martes, 25 de octubre de 2016

No es


No es bonito, ni agradable, ni tan siquiera pasable. No es nada que quisieras en el pasado, no es un deseo, no es necesario, no es lo que pensabas que sería, no es música ni pintura ni escultura, no es literatura, no es ficción, no es cine, no es lo que uno apostaría, no es nada que mires a los ojos.

No soy yo, o quizás sí. Y si lo soy es un desastre, soy un desastre. Hora de mirar el espejo, hora de observar las madejas del día a día para deshacerlas, hora de montar un rompecabezas distinto, hora de caminar porque ahora no camino, hora de leer, de escuchar, de comprender, hora de huir.


Gracias por los trazos en la arena del desierto…ayudan.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Nino y un finde...

Elena se quedaba sola el fin de semana, y yo estaba solo el fin de semana. Esto último no era nada especial, de hecho todos mis fines de semana los dedicaba a estar solo…como el resto de la semana. Eso hacía que mis planes de sábado siempre pasaran por una comida en casa de mis padres, a veces con mis dos hermanos, a veces con mis tres sobrinos (uno de Juan, dos de Marta) aprovechando la casa de los abuelos para que mis hermanos se fueran de fin de semana. A veces solo con mis padres.
Mis dos hermanos son más familiares que yo, les gusta bastante ir por allí, a mi hermano básicamente para comer la paella de mamá, a Marta porque le encanta ahora hablar con mi madre sobre lo pesados que son los maridos (y eso que su marido era un buen tipo). Esto de criticar a los maridos es algo que cada vez veo más frecuente, todas las esposas de más de cuarenta años lo hacen lo cual me hace pensar que no tiene que ver con que lo piensen sino con un código hereditario que las lleva a buscar otro macho dominante porque el que tienen ahora se deja la cadena del váter sin tirar o por unos ronquidos siniestros o, simplemente, porque ya no le gusta la colonia que usa (si es que usa).
El caso es que la intervención de mi padre en los fines de semana conjuntos es como la que puede hacer una banda de ukeleles en un concierto de The Rolling Stones en Madrid…”vaya con los teloneros de mierda” pensarían los asistentes.
Así que un sábado cualquiera podías encontrarte a mi hermano buscando la paella o a mi hermana diciendo “mamá, es que está tonto, pues no me dice que ha apagado la luz de la cocina y resulta que estaba encendida” en una crítica vil a su marido, demostrando que era digno de ser juzgado por un alto tribunal de derechos humanos. Y yo iba a hablar con papá, “¿nos tomamos un chato papá?”. Un chato, así llama mi padre a los vasos de vino pequeños, un chato que solían ser cinco o seis antes de la hora de comer y que nos centraban a mi padre y a mí, nos ponían en perfecta disposición de sentarnos a la mesa. Mi padre para recibir las críticas de mi madre y yo para empezar con mi somnolencia ante las conversaciones de la mesa.

Nino...

Total, que mi mochila de personalidad estaba repleta de influencias familiares, para un psicoanalista sería como abrir un regalo de navidad lleno de complejos infantiles, atávicos y, por supuesto, sexuales. Así iba yo por el mundo, sintiéndome superior sin serlo, sintiéndome inferior sin serlo, con una ironía malentendida por mis congéneres, o hasta por mí, con una soltería mal llevada y un deseo de libertad con grilletes difícilmente asumible por cualquier persona normal. Ese era, ese soy yo, un perfecto imbécil a punto de recibir un galardón, esperando en el pasillo de los premiados, vestido con la camiseta de la selección jamaicana de curling y furmando un puro habano confeccionado en las Alpujarras. Un desastre.

martes, 18 de octubre de 2016

A la mierda...

Hay una gran cantidad de gente que ha mostrado sus fauces tratando de devorar al fulano este de Minnesota por haber sido nominado como ganador de premio nobel de literatura. Y esta voracidad, este odio u horror inasumimeble,…a qué es debido???

Yo soy un seguidor de Dylan, de este tipo de apellido judío que se puso Dylan por ese escritor de cuestos y poemas. Yo le sigo, yo escucho The Times They’re a chaging’ y me quedo acojonado. Me emociona.

domingo, 9 de octubre de 2016

Seguimos con Nino...



El sentimiento de crítica hacia mis padres fue, poco a poco, buscando cobijo en mis pensamientos. Dicha sensación había sido imposible en mi idea de familia durante mi época adolescente. Mis hermanos –pensaba yo- eran unos desagradecidos, y mis padres unos seres maravillosos, posiblemente etéreos y divinos, que un ser superior había depositado en la tierra para que la felicidad anidara en su familia. Esa estupidez me llevaba a estudiar como loco, y a unos cargos de conciencia brutales dignos de comedia –no podía ser tragedia, era patético- griega.
El sonido del despertador que supuso salir con amigos y pensar en follar y beber me llevó a la conclusión de que todo estaba desajustado. Reordené mis ideas, me dije que la ingeniería la sacaba por mis putos huevos, por mí y por nadie más, que seguiría leyendo porque me enamoraba Scott Fitzgerald, y que escucharía a The Beatles porque lo mismo ellos habían hecho más por mí que mis progenitores. Una vez tomada esta decisión el mundo cambió, mis padres lloraron porque saqué la carrera pero era un descreído y yo lloré porque seguía sin tener una novia con la que follar todos los días. Ese estado era el que se estableció como mi constante desde que terminé la carrera hasta conocer a Silvia. Ese era yo…y ese yo consiguió recuperar a mis hermanos para sentirlos como tal, y me alejó de mis padres en una maniobra helénica de castración mental.
Ese mundo se declaró imbatible, y yo vi que lo era. Ya no podría cambiar, solo matizar, pero vi que había salido del yugo de la familia…mis genes de soberbia –no solo identificado en mis padres, sino en mi apellido- estaban siendo aplacados, mi sentido del humor empezaba a desarrollarse en un sentido irónico, mi formación me proporcionaba placer –música, libros, cine-, y solo quedaba mi mierda de relación con las mujeres…ahí perdía, en ese terreno, sin embargo, gran parte de mi familia había sido digna de las conquistas del gran Alejandro o de un Escipión. A mí me gustaba Anibal pero, al parecer, solo tenía de él lo desagradable que podría parecer un tuerto.

Más de Nino



En cualquier caso a mí me resulta una explicación plausible el hecho que gran parte de cómo soy y me desenvuelvo sea debido a una parte hereditaria que no puedo controlar, pero no puedo negar que hay también mucho debido a mi forma de entender el mundo alejada de componentes genéticos que puedan serme cómodos. Siendo serios, mi familia tampoco es un cúmulo de intelectuales, son más bien de los que leen las cosas que les afianzan en su razón, su credo. Lo cual más que generar superioridad, genera atavismo. Yo por mi parte tengo una componente pesimista que combate seriamente con esa parte de soberbia de la que hablo. No me considero superior, más bien al contrario, y ante eso crecí intentando refugiarme en los libros no como herramienta sino como elemento de placer, de satisfacción y de refugio ante mi poca popularidad y escaso éxito.
Tanta lectura me llevó por un camino tortuoso ya que la literatura de la derrota se fue mezclando con la artística, y de ahí a apasionarme por mis “cosas raras” como dice Rafa, no hubo más que un pequeño paso. Me fui convirtiendo en ese freakie del que he hablado, un tipo que te puede contar cómo Sinatra lloraba por no estar invitado al cumpleaños de Jack, porqué Harrison comenzó a usar el sitar o que el director en la sombra de Spartacus es Kirk Douglas. Todo eso con una concepción moderada de la realidad, que huye del maniqueísmo –eso es común en mi familia, hay buenos y malos, y nosotros somos los buenos…joder, me parto-, y de un existencialismo de barrio seguramente mal entendido.
Mis padres nunca entendían muy bien esto, y mis hermanos tampoco. Dos hermanos mayores, chico y chica, hicieron que fuera el niño bueno de la familia. Y de hecho lo era, mi hermana, la mayor de los tres, tras intentar cuatro o cinco carreras sin éxito, se sacó un curso de secretaria, tuvo demasiados novios bohemios poco centrados, y acabó casada con un enfermero, un buen tipo pero vamos, nada noble para mi familia. Mi hermano no era bohemio, pero iba de que lo era, despreciando mis libros, la universidad y lo que podían ser atisbos de formación reglada. Deambuló de trabajo en trabajo y ahora es encargado de un taller mecánico –siempre se le dio bien eso, y le hicieron encargado justo en el momento en que la electrónica invadió los coches, lo cual le libró de tener que adaptarse a los nuevos tiempo, tuvo mil parejas y terminó viviendo con una peluquera de esas que sigue llevando leggins con 50 años y uñas rojas de varios metros de largas, con las cuales podrías construirte una maqueta del Mayflower a escala 1:1.
Yo, encerrado en mis libros, me saqué una ingeniería porque quería ser historiador. Una vez más un prodigio de coherencia a la hora de la toma de decisiones. No empecé a ser un chico de mi edad hasta los 21 años, entonces empecé a salir sin parar, a emborracharme cada fin de semana, con pena para mis padres que veían en mí al salvador de occidente. El traerá la paz a la fuera, parecían decir con su mirada cuando me impelían a que estudiara más y saliera menos. Pero yo, lejos de hacer caso, pensaba en el próximo sábado de alcohol…y me hacía pajas casi llorando porque no había más que alcohol…las chicas no llegaban.
La ausencia de sexo acompañado y la mitificación del amor romántico gracias a las canciones de los 4 fab (If I fell, Here there and everywhere, Something…) hicieron que mi concepción sobre mí mismo en vez de mejorar, se estancara y volviese de nuevo a las satisfacciones intelectuales. De vuelta al freakismo, podría llamarse la etapa que comenzó tras un año de whiskies de fin de semana. Camus, Fitzgerald y Bukowski se tornaron en el liderazgo de mis escritores favoritos, todos ellos liderados por El guardián entre el centeno como relato insuperable, siendo Holden Caulfield el profeta de esta era.

Historias pendientes...




De dónde viene Nino...


Llegado este punto creo que debería explicar de dónde vengo, quizás así un posible lector se pueda hacer una mejor idea de por qué tengo este punto de imbécil mezclado con soberbia estúpida. Bien, vengo de mi familia. Lo mismo no sorprende este hecho, podría parecer común al 100% de los mortales…pero no, mi familia no es común al resto de los seres que caminan por este planeta con la intención simplemente de vivir. Mi familia es especial, estamos dotados de un olfato asesino para detectar a las personas tranquilas, aquellas que solo dan su opinión sin más interés. Las destrozamos, consideramos simplemente que no están a la altura de nada, mucho menos aún de emitir una opinión.

Y esto, ¿de dónde viene?, posiblemente dentro del holoceno, pues allá por el neolítico. Cuando el homo sapiens desarrolló la agricultura y a fuerza de ver crecer hortalizas algún sector de una tribu empezó a ver como crecían los melones y lo asimiló a lo que ocurría en el resto de la tribu…también crecían los melones, los tipos insulsos que no le daban vueltas a nada. De ahí a empezar a despreciarlos medió un pequeño paso que se asentó como gen en mi familia. Afortunadamente de vez en cuando nos daban una paliza los supuestos melones y nos hacían reconsiderar y suavizar nuestra postura. 
Así durante miles de años hasta que con la llegada de la imprenta nos dedicamos a leer para pensar que, de esa forma, al menos seríamos  más fuertes que los otros en algo…pero además nos sirvió para creernos especiales. Este otro error nos llevó de nuevo a una serie de palizas por parte de los machotes. No sé en qué momento nos llegó la mutación correctora del sentido del humor la cual, creo, es la que nos ha salvado. Al menos somos graciosos. O eso dicen.

viernes, 7 de octubre de 2016

No sé...

El dia de la marmota
El día de marmota que llega y se repite
El día de la marmota que llega, se repite y te quema.
El día de la marmota que llega, se repite, te quema y conoces de memoria.
El día de la marmota que llega, se repinte, te quema, conoces de memoria y no sabes cómo romper.

Peldaños de escaleras silábicas, realidades o tonterías, o mierdas. Muchas mierdas.

El día de la marmota…

Adoro a Bill Murray...adoro los días de la marmota. Siempre los echamos de menos.



¿Dónde…

…quedaron tus pies descalzos caminando?