miércoles, 31 de octubre de 2018

Otro y otro...




Desde el mundo que uno camina día a día, apenas hay motivos de saltos de alborozo. Lo más a lo que aspiramos es a estar sentados de alborozo, lo cual, si lo observas con media distancia, no está tan mal… ¿o sí?

La duda del ¿o sí? Viene porque no todos somos iguales, no todos observamos la vida igual, no todos nos satisfacemos con lo mismo y no todos creemos que Batman sea un gran detective pero que solo gana a Holmes en sus cachivaches.

Lo que distingue el salto del asiento es el número de discos que tienes esperando a ser escuchados. El del salto tiene más porque mientras salta poca música escucha salvo que llegue unos cascos bluetooth bien modernos. El del asiento escucha música, constantemente, pero es música impertérritamente continuada en las armonías y melodías, son poco arriesgadas, no tienen una sílaba malsonante y no hay disonancias a ritmo de fusas.

¿Y tanta frase extraña? Pues es lo que se ocurre en una tarde otoñal…o estival o lo que toque.
El desierto está oculto, escondido o perdido…los pies…deseados.

lunes, 29 de octubre de 2018

Otoño...



Intentando pasar los días, en un otoño real. Eso es lo que quería. Un otoño real. Necesito conversaciones otoñales, con un café o un whisky solo en un café o en una whiskeria. Necesito unas sonrisas de miradas perdidas, necesito una conversación de Scott Fitzgerald -el 24 de septiembre no celebramos nada, nació con el otoño recién llegado, un ser otoñal-, necesito saber porqué Green Day es un grupo punk o pop y debatirlo, necesito que McInerney sea un nuevo referente en una discusión sobre si las vanguardias de los veinte tuvieron sentido y quién las sucedió, necesito que el realismo sucio se nos aparezca para charlar al respecto y que podamos disfrutar de cada minuto.

Escuchar Autumn in New York y pensar si en Madrid también surgen esos acordes, ¿aprecias su voz?, canción de tertulia eterna, tertulia beduina, desértica con lluvia de noviembre, momentos donde mi falsedad denostada, mi palabras fraudulentas, son perdonadas.

Este otoño al menos tiene a McInerney, La Buena Vida, acabo de empezarlo, primeras páginas y ya me ha embaucado la personalidad y la nueva realidad de Corrine. Otoño y McInerney, sin la opción a desgranar cada capítulo pues el silencio está en el ambiente.

Madrid es una ciudad perfecta para el otoño, cuando este decide aparecer. Un paseo como Recoletos con su manto de hojas caducas en la acera central, arrastrando de vez en cuando los pies para escuchar el sonido de la desnudez de la arboleda levantándose y removiéndose. Colores marrones que contrastan con el urbano gris de la calzada que a lo lejos parece intentar fundirse con el plomizo color del cielo. Paseos escoltados por el arte con mayúsculas, a un lado el Prado al otro el Thissen y un poco más allá el Gijón con sus mesas que siempre me traen a la cabeza La Colmena y sus lápidas del revés. Madrid te deja que disfrutes el otoño en sus calles, con el frío que se va metiendo entre las ropas, y con el llovizneo a punto de empapar tus pensamientos. El calor de la taza humeante, el whisky solo y los aires de otros tiempos que nunca existieron y que pretendes recordar. Montecarlo no tiene tan buen otoño, Montecarlo tiene bailes desérticos.

Intentando pasar los días en un otoño real. Adoro estos otoños.

Castaway...


Estoy en una constante rememoranza de lo que no ha pasado. En una travesía de desiertos ignorados, sin más palmeras que las que brotaron de las semillas de tus lágrimas. En una jornada de pies calzados que desaparecen por las esquinas del boulevard que desemboca en el bar  Rick No Ricks, en un Montecarlo olvidado, en la estación del autobús que no lleva a tu casa pero que deja en tu barrio donde los perros ladran al amigo y devoran a dentelladas al desconocido. Un barrio donde me tienen prohibida la entrada, donde los suburbios más horrendos se aparecen como palacios.

Estoy en la travesía del naufrago que no tiene isla y vive rodeado de transeuntes ajenos a la tortura mental de solo recordar y no poder contemplar las danzas beduinas.

jueves, 25 de octubre de 2018

Sin estado de gracia...





Cuando te das por vencido ante ti mismo puede que esté sin gracia. Cuando nada hay que te muestre el camino porque las huellas se borraron bajo un viento brutal, puede que estés sin gracia. Cuando el sol golpea las gotas de lluvia que te hacían sonreír y las evapora en una melodía de sacrificio ancestral, puede que estés sin gracia. Cuando las manos que no cogiste más que unos minutos se confunden con una ensoñación de dudas acerca de si existieron, puede que estés sin gracia. Cuando el laberinto cierra sus puertas y deja dentro tu alma con heridas que solo pueden restañar los labios de quien está fuera, puede que estés sin gracia.

Sin gracia, ¿gracioso? quizá, pero sin estar en estado de gracia. Pecador de los minutos las horas y los días. Sin gracia para observar las huellas en el desierto.

miércoles, 24 de octubre de 2018

"Noes" como comienzo



No es el momento de la verdad cuando tienes que enfrentarte a los fantasmas, los fantasmas aparecen antes y después de la verdad porque te acompañan cada momento, cada minuto, y salen cuando no lo esperas o cuando lo esperas, da igual, ellos no están pendientes de tus descuidos, solo están pendientes de cuándo tienen que salir.

No tengo más que dos dólares en billetes de diez y un reloj que marca las horas cuando miras el precio de las verduras del día. No tengo más que ganas de besar unos labios que solo besé una vez, y un montón de cicatrices en las yemas de mis dedos de todas las cartas que te he escrito sin respuesta. No tengo más que el saludo ingente de mil palomas mensajeras que no llevan mensajes a tu balcón porque lo cerraste con la llave imposible de descifrar.

No hay un sonido fuera, hay un estruendo de metal que convierte la realidad en el juguete de quien transforma la comida de tu mascota en un montón de mierda crepuscular con tintes de futuro incierto y de tiranía ancestral. Quédate aquí conmigo mientras acaricio tus pies para que el placer inunde tus sentidos y puedas evadir tu sensación de verdad al palco de mis manos, para contemplar desde allí los próximos minutos de tu sueño reparador.

No es momento de empezar desde el final así que alguien escoge varias damiselas rubias para que bailen a tus pies, reina morena, y que luego las destierres a la mejor de las arenas, al paraíso que puedan habitar mientras buscas mis huellas y yo busco tu aroma por parajes que llevan una y otra vez a las arenas rubias, con un camino sin sentido que confunde mis deseos anhelantes de tus bailes descalzos.

Y todos los párrafos anteriores empezados por "no".

martes, 23 de octubre de 2018

Ya lo tengo...


Ya lo tengo, comprado en la central. Con ganas de leerlo, aunque...

Despertando...



Alguien te echa de menos, sorpresa, alguien piensa en tus manos, sorpresa, alguien piensa en tu mirada, sorpresa, alguien que pasa por el boulevard con las manos en los bolsillos y la cara taciturna pensando en tu falda, ese alguien, piensa en ti.

Alguien no sabe cómo funciona el mundo y el mundo sigue funcionando porque el mundo no depende de cómo piensas que funciona. Así pasan los días, con personas en el corredor y con palabras en el pasillo, con gente que te saluda y que te quiere y que te dice hola y adiós. Así pasan los días una y otra vez, mientras alguien sigue echándote de menos. O quizá no…o quizá sólo eres tú quien echa de menos a alguien.

Quizá el rumor de un torrente, el que baña tus pies, es el rumor que necesitas para amueblar tus días, solitarios o acompañados, con un septiembre eterno que no preguntó a nadie.

Quizá nadie espera, quizá todos esperamos.

Y mi quizá tiene olvidada la "s".

lunes, 22 de octubre de 2018

Entre estaciones...




El jardín otoñal aparecía gris, repleto de las palabras mudas que no se pronunciaron cuando se despidieron mirando al suelo, sin el valor de mirarse a los ojos. Los instantes fueron eternos y, sin embargo, no transcurrieron más de diez segundos entre el “déjame marchar, te odio”, y el “no queremos entendernos”. Apenas diez segundos, un momento fugaz que dinamitaba el ánimo de los dos.

Anteriormente, la primavera acogía las mañanas de ambos con una alegría que les permitía afrontar el resto del día con una sonrisa calmada que escondía el placer de la tranquilidad junto con la urgencia por verse. La tranquilidad era la cama en la que se acostaban para contemplar sus rostros, la urgencia era el sexo desordenado, como un caballo sin riendas, a primera hora de la mañana en la ducha o última hora de la tarde en la cocina. Y en la cama tenían un relato de amor donde la almohada era el cobijo de sus sueños y sus respiraciones la melodía que ponía banda sonora a sus noches para despertarse entre palabras húmedas y labios de deseo. Él la esperaba en la ducha cada día y la ducha era la puerta que abría el día con una visión de luz y de felicidad que no habían conocido.

El jardín otoñal rebosaba de penumbra, no sabían distinguir si era la luz del atardecer de noviembre cediendo paso a la noche o si eran sus ánimos los que ocupaban todo el espacio con un papel de estraza mohíno, impidiendo cualquier resquicio de luminosidad. Sus palabras agostaban las plantas, dejándolas sedientas mientras que se preguntaban qué había pasado en apenas seis meses. Todo alrededor era lánguido y no podían ni sujetarse las manos, rehuyendo el contacto.

Anteriormente, el verano repartía las horas entre la desnudez del calor y el regocijo de las tardes con paseos por el Retiro madrileño y cervezas en la calle hasta las tantas, aguardando a que la noche calurosa los acompañara a su apartamento para disfrutar de su amor y de sus cuerpos. Días en los que se paseaban desnudos por la cocina y el dormitorio y donde el perfume de sus cuerpos impregnaba el paso de los días, donde las manos se buscaban por debajo de las mesas de las terrazas, donde hablaban del último libro de Jay McInerney o de una exposición de Hopper. Y la ducha matinal continuaba siendo la constante del deseo, y los abrazos bajo el agua con sus cuerpos salpicados eran la imagen que se quedaba, con los cristales empañados en el espejo, con un gusto salado que saboreaban durante todo el día, mezcla de sudor, sexo y jabón.


domingo, 21 de octubre de 2018

La buena vida



Si todo va como dicen en la editorial, mañana sale “La Buena Vida”, segunda parte de la trilogía de Jay McInerney, iniciada por “Al caer la luz”. Creo que es la primera vez que escribo sobre la salida a la venta de un libro pero esta vez tenía que ser así.

La maravillosa Al caer la luz  me dejó encantado al poder volver a sentir una literatura similar a la de Scott Fitzgerald, esta vez transcurriendo en los años 80. Unos personajes diseccionados, pintados y recreados maravillosamente, te enamoras de Corrine y de  Russell, al tiempo que los juzgas, desprecias y ensalzas. Al tiempo que entiendes su relación y como aparecen los terremotos emocionales que la rodean, como la ambición y la frustración caminan de la mano en esta novela donde la perspectiva coral embriaga las páginas, una sucesión de caracteres que muestran una realidad no tan lejana si eres medianamente crítico y observador de lo que sucede en los paisajes de occidentales donde vivimos. Cierto glamour –que nos trae la pluma de Fitzgerald a la cabeza- envuelve lo que sucede, fiestas y copas de vino que emborrachan la historia, triunfadores fríos y pasajes de opulencia burguesa, la pedantería del arte nuevo y el amor por la literatura. Los complejos y los dramas que esconden las vidas normales. Fantástica novela que trae ahora su segunda parte a las librerías españolas…

Sentido


A veces dudo del entorno, bueno no, a veces dudo de lo que creo que es el entorno, de mis percepciones.

Lo raro 
Lo que escucho 
Un supuesto desierto
Un rumor de viento antiguo
Que responde como un mito
De los miedos de los locos
Que tomaron las palabras como ecos de unos gritos.

Lo extraño
Lo que abunda
Una ático cerrado
Un sentir de algún baile pasado
Que se aloja en os recuerdos
De algún torpe atribulado
Que escuchando tu silencio olvidó volverse cuerdo.

viernes, 19 de octubre de 2018

Viernes noche



Las paredes no suelen acompañarte cuando caminas, las paredes no se mueven, con suerte tienen mosaicos que cambian según la perspectiva, eso con suerte. Pero no te acompañan, las paredes son distintas a los recuerdos, los recuerdos si van contigo salvo que seas un poco olvidadizo o un poco cretino. en general los recuerdos importantes te siguen agarrados a tu mano, son una mochila que camina contigo, una mascota de tienda de lujo que va desposeyendo la belleza correspondiente al día de la compra según avanzan los meses, según te alejas de la tienda o del momento en el que fueron presente. Presentes que son recuerdos, futuro que son recuerdos y el pasado alimentándose de la presencia de sus hermanos del tiempo.

Los recuerdos no son paredes, no suelen impedirnos andar a uno u otro lado...salvo cuando lo hacen, entonces se convierten en muros infranqueables, son recuerdos que tienen apariencia de celda, con su bola y cadenas, grilletes de los que tienes que que hacer el negativo de la llave en una pastilla de jabón para luego echar metal fundido, el metal del que se construye la melancolía para que, una vez fundida, se convierte en la llave que te permita salir.

Las paredes y los recuerdos, los besos no dados, los autobuses en el Prado, las frases del tintero, un Guernica con tapas y descaro. Las paredes y los recuerdos, tan lejos y extraños, tan cerca y amados. Los mundos del arte y Caravaggio pensando en que nada era como lo que luego fue, en que nada era el sol de Occidente pero quizás era el temperamento calmado de oriente cuando chisporrotea la luz del sol entre las lamas de una persiana desvencijada sin echar del todo.

Las paredes y los recuerdos, vino sin beber y mundos en la baraja sobre la mesa del salón que olvidamos recoger.

jueves, 18 de octubre de 2018

El héroe que no fue



Los desfiles se acumulan
en el salón del héroe,
sus medallas, sus sabores,
olores de batalla y de clamores.
Los méritos y homenajes
olvidados y apartados
atravesados en la retina
de aquel que no se estima.

El mundo en su alabanza
olvida las frases recordadas
en su cabeza redundando
letras de canciones de acordes desertando.

Los desfiles se acumulan
y el héroe que nunca fue
estima que las insignias
al no ser de beduinas, son objetos de perfidia

Amores que no fueron
le comentan los soldados,
o que fueron demasiado
les responde con desprecio.
Lágrimas de oficial
que dejaron en sus labios,
un sabor a veces rancio
impregnado todo en sal.

lunes, 15 de octubre de 2018

Chascar los dedos (completo sin terminar)


Chascar los dedos

Cuando llegué al trabajo ayer por la mañana no pensé que veinticuatro horas más tarde una parte de mi forma de entender el mundo estuviera levantada, como esas aceras en las que las raíces de los árboles logran un terreno desigual, con baldosas que se salen de su lugar. Un parte de mi alma parecía cerrada a mis sentimientos, en fase de demolición. Mis emociones no entendían lo que sentía o viceversa.

Los sentimientos suelen comunicarse con las emociones a través de una carretera de ida y vuelta, a veces es como una autopista, siendo unos reflejos de los otros y otras veces parece un camino pedregoso, entonces los parecidos son menores. Unas veces la emoción inconsciente te genera un sentimiento, otras veces el amor se traduce en una emoción de enfado, porque esperaba algo y llegó lo contrario o, sencillamente, no llegó.

Mi trabajo es de financiero, miro cuentas una y otra vez intentando que sumen lo que dicen mis jefes. El caso es que, por más que lo intento, las reglas aritméticas no cambian de un día para otro y dos más dos siempre suman cuatro. Mis jefes, unos individuos cuyo sentido del humor consiste en reírse de whatsapp soeces o en considerar digno de risa cualquier medida del gobierno que les resulte estúpida, insisten en que las cuentas sean el nuevo truco de magia del gran Tamariz, y suelen estar insatisfechos cuando les digo la verdad. Estos jefes de hoy en día, directivos de grandes corporaciones -¿quién se inventó eso de grandes corporaciones?, suena a broma-  son individuos oscuros, pero al mismo tiempo resultan patéticos. Es como si Darth Vader vistiera de lagarterana, te daría miedo porque te ventilaba en chascar de dedos, pero fuera del horario de trabajo de la Estrella de la Muerte, tomándote una bebida en la cantina de Tattoine, pasaras el rato bromeando y riéndote de él.

Hay veces que me imagino que las reuniones con mis jefes podrían ser una conversación donde el absurdo reinase en la misma aunque, pensándolo bien, más o menos lo son.
  • Pues he vuelto a hacer la suma, después de repetirla unas mil doscientas veces, y vuelve a salir cuatro.
  • Ernesto, con esta actitud no vas a afianzarte en esta compañía.
  • Ya, le entiendo, pero no acabo de ver que mi actitud sea el problema, creo que sería más fácil si la humanidad cambiase las reglas de la suma. ¿Lo ve factible?
  • No entiendo tu empeño en que dos más dos sean cuatro.
  • Pero si yo no me empeño, le aseguro que mi actitud es la de un sumiso absoluto. Mi dignidad la perdí el día que me puse corbata por primera vez. Desde entonces sólo vivo para cumplir sus deseos, un perro fiel a mi lado es el mismísimo Judas. Resumiendo, mi actitud es la de ser y hacer lo que desee.
  • ¿Entonces? Cuéntame entonces por qué siguen saliendo cuatro.
  • Porque los sumandos son un dos en este mano –agito la mano cual bobo- y un dos en esta otra. Claro que si sumamos un uno más…
  • ¿Qué?
  • Pues entonces tendría la solución, saldría cinco.
  • ¿En serio?
  • Totalmente.
  • Maldita sea…el caso es que no tenemos ese uno.
  • Entonces sale cuatro.
  • Vuelve a calcularlo, en una semana ten rehecha la suma.
  • Por supuesto, me pongo a ello.
Y así me paso semana tras semana, lo cual hace que el trabajo sea sencillo pues lo repito constantemente, pero también frustrante. El día que encuentre el “uno” que les falta será todo más sencillo.

Ayer por la mañana entré en el edificio de oficinas donde desarrollo mis sumas pensando en un disco de Portishead, lo llevaba puesto en el iphone y Silence me golpeaba. “¿Por qué empieza con un tipo hablando en portugués?” pensaba, y en el ascensor coincidí con Juan, el gracioso del curro. 

Juan tiene poco más de cuarenta años, atractivo, ingenioso, alto, con un chocar de manos vigoroso y con la apariencia del triunfador nato. Casado con tres hijos, siempre de traje impoluto de lunes a jueves y los viernes con vaqueros, informal, dispuesto a tomarse el aperitivo de los viernes con todos nosotros y, por qué no, flirtear con alguna de las compañeras.
  • Hola tío –yo soy así, hablo así a los que no son jefes y Juan no era más que yo y además le había visto borracho.
  • Hola, buff…martes y quedan 3 días para terminar la semana.
  • Cuatro con hoy –yo y mi obsesión por el cuatro.
  • Bueno sí… ¿tienes mucho lío?
  • El habitual, sumar, restar y alguna reunión para demostrar que sé sumar con decimales.
  • ¿Comemos juntos?
Juan y yo nos llevábamos bien, algunas veces coincidíamos en la comida, pero jamás habíamos comido solos los dos. La pregunta contenía el peso de la confianza no negociada y por otra parte el lado amistoso de alguien que parece que quiere tener más lazos conmigo. No me pareció mal y, además, hoy toda la gente con la que comía andaba liada entre viajes, ausencias y otros líos. Así que se me ocurrió que podía ser buen plan.
  • Ah, vale, bien. ¿A qué hora?, ¿una y media? ¿Dos?
  • Una y media, así nos tomamos antes una cerveza.

Así que mi plan de comida ya estaba claro, Juan y yo, el tío que tenía loca a media oficina, el atractivo hombre de mediana edad y yo comeríamos juntos.
Y yo…quién era yo. Seguramente el lector tendrá ahora una ligera curiosidad por saber si yo tengo novia, pareja, soy un lobo solitario o un pedazo de carne con ojos –esta expresión era de mi padre, y me sigue pareciendo lo más despreciativo que he oído-. Pues bien, yo, Ernesto, titulado en ciencias empresariales, máster MBA, tonto y con novia. Vivo con mi novia, desde hace cuatro años, ella quiere casarse y yo quiero cambiar la cocina, ella quiere un anillo y yo también pero el de Frodo, ella es guapísima y yo soy vulgar, ella camina sobre la playa cuando vamos de veraneo como una auténtica diosa y yo me deslizo cual babosa recién llegada a este mundo. Ella me quiere y no sé por qué. Yo creo que es muy extraño que ella esté conmigo…toda esta ligera descripción de mi relación de pareja, recorre mi cabeza de manera recurrente y ayer pensé de nuevo en ella antes de la comida, de hecho en el trayecto del ascensor a mi cubículo me vino a la mente si Juan resultaría atractivo a Susana y, lógicamente, la imagen de un “SÍ” parpadeando con luces de neón y Mayra Gómez Kemp anunciando a mi mujer que le había tocado a Juan como el premio más importante del concurso de su vida. Al mismo tiempo me vi a mí mismo en el público aplaudiendo de manera enrabietada. 

Definitivamente mi mente camina por veredas que mi razón no controla y acto seguido me pregunté por la diferencia entre mente y razón  una referencia de Kant acerca de que la razón es la mente abstracta circuló fugazmente como explicación. Tras eso respiré, me miré en uno de los cristales que hacen de pared de una sala de reuniones, puse los pies en el suelo tras verme y pensé de nuevo en la comida con Juan. Pero antes tenía que volver a sumar varias veces un dos y otro dos en busca del cinco imposible.

Mi jefe directo, al que le reporto -uso la palabra reportar como quien usa una espátula pringada de yeso para untar mantequilla, con cierto asco- y le explico una y otra vez la tozudez y persistencia del resultado de las sumas, es un personaje curioso. Me cae bien, el pobre no tiene culpa de que vivamos en un mundo donde las empresas son manejadas por individuos que creen que la realidad cambia simplemente por su deseo. Es el Director de Servicios y Control, aunque yo me refiero a él como el Director de A Su Servicio Sin Control. La expresión “A su servicio” había tenido connotaciones atractivas antes de conocer este departamento. Siempre me recordaba o bien a James Bond o a un barco de la Royal Navy. Ambos estaban “Al servicio de su majestad”, y me sonaba como la más pura tradición inglesa, repleta de elegancia, trajes de tweed, carreras en Ascott, el té de las cinco y Sherlock Holmes. Todo eso se vino abajo cuando entré en esta compañía y en este departamento. Mi jefe era una mezcla de pelota, indigno, comisario político y llorica enfadica. Un conjunto que me provocaba lástima la mayor parte de las veces…en concreto todas en las que no me provocaba ganas de estrangularle con una cuerda de piano mientras reflexionaba si no sería esa la mejor contribución del piano a la humanidad, mucho mejor que “Para Elisa” de Beethoven.

Su formación era inferior a la mía pero, por un curioso acontecer que se guarda entre los secretos mejor guardados de la empresa, él debía saber más que yo…de todo. Ese “debía” ha de entenderse desde un punto de vista de obligación, mi obligación “debe” ser asumir que él sabe más que yo. Entiendo que succionar glandes de jefes era una habilidad en la que, claramente, me daba mil vueltas. Pero sumando al parecer no. En cualquier caso no admitía ni crítica a su trabajo ni opiniones distintas, así que para evitar pensar constantemente en la cuerda del piano, le daba la razón a partir del segundo minuto, mientras le oía divagar sobre la importancia de que los números fuesen lo que la Alta Dirección necesitaba.

La Alta Dirección..., un grupo de comedores de croissant que se reunían a decirte que hicieras lo que ya habías hecho, y si había algo que no habías hecho generalmente era una idea peregrina que se les había ocurrido en un empacho de café con ego. Mi jefe me llevó a un par de reuniones de la Alta Dirección y me pareció que era como estar entrando en una ceremonia secreta de una secta donde hablan con la mirada y están dispuestos a sacrificar un gallo y echar su sangre sobre mi cuerpo desnudo como forma de reconocerme digno ante ellos. Pero una vez que les oyes hablar se te pasa, te das cuenta de que son unos papanatas y que la dignidad, en realidad, tiene prohibida la entrada. Muy educados eso sí, pero he visto programas de Telecinco con mayor nivel intelectual. Me pidieron de buenas formas que tuviera éxito con la “suma mágica”, porque es esencial para la compañía y para las personas que vivimos dignamente gracias a ella y al esfuerzo de la Alta Dirección. Como vi que hablaban en serio adopté el mismo lenguaje, presioné el “off” del botón de “racionalidad digna” y me puse a asentir como un pajarito bebedor de esos que se ponen como adorno en algunos muebles.

Pero estos pensamientos no tenían que ver con lo excepcional de la jornada, excepcionalidad que yo no alcanzaba a vislumbrar y que posiblemente haga que el lector esté en ascuas respecto a ese tremebundo suceso que anuncié se presentaría más adelante. Bueno, yo soy así, un poco grandilocuente a la hora de contar las cosas. Conseguir una reserva en el restaurante de moda lo puedo presentar como si fuese algo parecido al primer viaje a la luna o al nacimiento de un hijo. Pero es la presentación el problema, la expectación que creo antes de contar el hecho en sí. No valoro muchas veces que mi percepción no es la misma que la de la gente que me rodea. Comprar un disco de Bill Evans puede parecerme algo grandioso pero, seamos serios, eso a la gente normal le parece algo irrelevante. También es cierto que a mí me parecen irrelevantes los demás, en su conjunto, así que aparentemente la balanza está equilibrada.

Así que para no generar más intriga empezaré por el final de la comida que tuve con Juan, a los postres y después de conversaciones de trabajo más o menos banales Juan me dijo dos cosas, ambas impactantes por separado pero que al juntarlas producían un combinado similar a la nitroglicerina en el alma. 
- Ernesto, quería comentarte un par de cosas y espero que seamos razonables una vez que las sepas.

Con ese comienzo debería haberle dicho que me acababan de llamar de la Casa Real para ofrecerme la presidencia de gobierno o que al Real Madrid me había elegido nuevo técnico o, mejor aún, ambas cosas, iba a ser presidente-entrenador y, por tanto, tenía que ausentarme. Pero me arriesgué y seguí sentado.

- Pues tú me dirás Juan.
- ¿Te acuerdas de la fiesta de Navidad?, me presentaste a Susana, tu mujer.
- Sí...
- Bueno, nos hemos estado acostando desde entonces, unas cuatro o cinco veces.

En ese instante pasó un tren, el restaurante está cerca de unas vías de Cercanías, pude oir el tren, creo que hasta pude aprecias las conversaciones de la gente dentro de los vagones, mi mente comenzó un trayecto extraño donde no tenía claro el norte y el sur pero con un Oeste y Este claro, por un lado no había sol, por el otro había brasas. Susana se estaba acostando con Juan lo cual me convierte en el tipo que no se entera de nada. Lo de cornudo me da más igual, es una palabra ofensiva cuando lo que cuenta en estas cosas no es tanto el engaño como el futuro. El engaño pertenece al pasado, y tu vida se juega con el futuro. ¿Qué iba a pasar?

- No me jodas Juan, no me jodas.
- Ya, Ernesto, tenía que habértelo dicho antes...
- No joder, no tenías que haberlo dicho antes, la cuestión es si me lo tenías que haber dicho ahora.
- ¿Cómo?

Mi hilo de racionalidad era complicado, en general, de entender en el día a día, digamos que soy algo complejo en las conclusiones y construcción argumental. Tengo razones y reflexiones que no son al uso, y este era un ejemplo más.

- A ver Juan, el asunto es, ¿esto supone que Susana me deja? o ¿esto se ha acabado y no vais a volver a hacerlo? o ¿está Susana enamorada de ti? o ¿lo estás tú de ella?

- Ya...bueno esas preguntas enganchan con lo otro que te quería decir.
- Joder es verdad, que son dos cosas, pues la primera ya es complicada de superar.
- Estoy enamorado de ti Ernesto.

En ese instante un segundo tren pasó por la estación Victoria, en Londres, puede oirlo perfectamente, y a la gente andando y susurrando palabras en la lengua de Dickens, hasta los veía, cerrando los ojos los veía, vi el tren, la gente, pitillos en el suelo pisoteados, una carreta del siglo XIX con un tipo vestido de época llevándola, un vikingo, dos cebras, el manifiesto comunista siendo escrito por Engels y podía oir la pluma deslizando por el papel. Mi mente no entendía nada. Bajé a la realidad y un infierno me esperaba tras las palabras que escuchaba.

- Pero...¿qué cojones dices? ¿estás enamorado de mí y te acuestas con mi pareja?, pero...¿eres gay?
- Creo que sí.

Yo sé que a veces empleo una lógica difusa...muy difusa. Pero las palabras de Juan obedecían más bien a una lógica imposible. No sabía si era gay pero se acuesta con mi pareja que es mujer y que lleva dos semanas a vueltas con lo de casarnos. Y habíamos comido con agua así que el alcohol no podía ser. Llamé a camarero y pedí un whisky solo.

Chascar los dedos, continuación

...
Pero estos pensamientos no tenían que ver con lo excepcional de la jornada, excepcionalidad que yo no alcanzaba a vislumbrar y que posiblemente haga que el lector esté en ascuas respecto a ese tremebundo suceso que anuncié se presentaría más adelante. Bueno, yo soy así, un poco grandilocuente a la hora de contar las cosas. Conseguir una reserva en el restaurante de moda lo puedo presentar como si fuese algo parecido al primer viaje a la luna o al nacimiento de un hijo. Pero es la presentación el problema, la expectación que creo antes de contar el hecho en sí. No valoro muchas veces que mi percepción no es la misma que la de la gente que me rodea. Comprar un disco de Bill Evans puede parecerme algo grandioso pero, seamos serios, eso a la gente normal le parece algo irrelevante. También es cierto que a mí me parecen irrelevantes los demás, en su conjunto, así que aparentemente la balanza está equilibrada.

Así que para no generar más intriga empezaré por el final de la comida que tuve con Juan, a los postres y después de conversaciones de trabajo más o menos banales Juan me dijo dos cosas, ambas impactantes por separado pero que al juntarlas producían un combinado similar a la nitroglicerina en el alma. 
- Ernesto, quería comentarte un par de cosas y espero que seamos razonables una vez que las sepas.

Con ese comienzo debería haberle dicho que me acababan de llamar de la Casa Real para ofrecerme la presidencia de gobierno o que al Real Madrid me había elegido nuevo técnico o, mejor aún, ambas cosas, iba a ser presidente-entrenador y, por tanto, tenía que ausentarme. Pero me arriesgué y seguí sentado.

- Pues tú me dirás Juan.
- ¿Te acuerdas de la fiesta de Navidad?, me presentaste a Susana, tu mujer.
- Sí...
- Bueno, nos hemos estado acostando desde entonces, unas cuatro o cinco veces.

En ese instante pasó un tren, el restaurante está cerca de unas vías de Cercanías, pude oir el tren, creo que hasta pude aprecias las conversaciones de la gente dentro de los vagones, mi mente comenzó un trayecto extraño donde no tenía claro el norte y el sur pero con un Oeste y Este claro, por un lado no había sol, por el otro había brasas. Susana se estaba acostando con Juan lo cual me convierte en el tipo que no se entera de nada. Lo de cornudo me da más igual, es una palabra ofensiva cuando lo que cuenta en estas cosas no es tanto el engaño como el futuro. El engaño pertenece al pasado, y tu vida se juega con el futuro. ¿Qué iba a pasar?

- No me jodas Juan, no me jodas.
- Ya, Ernesto, tenía que habértelo dicho antes...
- No joder, no tenías que haberlo dicho antes, la cuestión es si me lo tenías que haber dicho ahora.
- ¿Cómo?

Mi hilo de racionalidad era complicado, en general, de entender en el día a día, digamos que soy algo complejo en las conclusiones y construcción argumental. Tengo razones y reflexiones que no son al uso, y este era un ejemplo más.

- A ver Juan, el asunto es, ¿esto supone que Susana me deja? o ¿esto se ha acabado y no vais a volver a hacerlo? o ¿está Susana enamorada de ti? o ¿lo estás tú de ella?

- Ya...bueno esas preguntas enganchan con lo otro que te quería decir.
- Joder es verdad, que son dos cosas, pues la primera ya es complicada de superar.
- Estoy enamorado de ti Ernesto.

En ese instante un segundo tren pasó por la estación Victoria, en Londres, puede oirlo perfectamente, y a la gente andando y susurrando palabras en la lengua de Dickens, hasta los veía, cerrando los ojos los veía, vi el tren, la gente, pitillos en el suelo pisoteados, una carreta del siglo XIX con un tipo vestido de época llevándola, un vikingo, dos cebras, el manifiesto comunista siendo escrito por Engels y podía oir la pluma deslizando por el papel. Mi mente no entendía nada. Bajé a la realidad y un infierno me esperaba tras las palabras que escuchaba.

- Pero...¿qué cojones dices? ¿estás enamorado de mí y te acuestas con mi pareja?, pero...¿eres gay?
- Creo que sí.

Yo sé que a veces empleo una lógica difusa...muy difusa. Pero las palabras de Juan obedecían más bien a una lógica imposible. No sabía si era gay pero se acuesta con mi pareja que es mujer y que lleva dos semanas a vueltas con lo de casarnos. Y habíamos comido con agua así que el alcohol no podía ser. Llamé a camarero y pedí un whisky solo.

domingo, 14 de octubre de 2018

Soy yo

Resulta evidente que soy patético...una patetismo ancestral, una torpeza grandiosa, una idiotez saturnal.

Me lo tienen que decir para que lo vea, me lo tienen que tirar, a la cara, como guante retador, humillando mis palabras, vejando mi sentir y negando aquel cariño que surcaba cada día. Soy yo, el que no acierta en la ventana de la alcoba a mirar la desnudez en el lecho de la amada. Soy yo, sólo yo, el estúpido verbal que se esconde en alcazabas ignoradas, perdidas en el tiempo, castigo por mi indolencia, por soltarla por el viento.

Palabras...

A ver si alguien se atreve a criticar este pedazo de tema que tiene un aroma absolutamente sesentero. Bueno y podría criticarlo porque soy el maldito horror en la tierra, pero salvo eso, posiblemente sea el acomodo de las mentes que no sean los que dominaron el podre en la Roma Eterna. Hala, choicos, besos...
Dicho esto...qué quería decir?

sábado, 13 de octubre de 2018

Bellezas...¿inútiles?



No sé si alguien leerá esto, pero el silencio que imponen por decreto sin posibilidad de réplica ante jueces invisibles es un momento tan rotundo que parece una eternidad.
Hace unos días pensaba en la belleza inútil, al parecer eso fue también un error, una reflexión mañanera que debía haber sido silenciada. El hacer cosas erróneas una y otra vez me convierte en un campeón de la equivocación, ejerzo una destreza épica estropeando el mundo, soy el non de un par, la torpeza o la vileza, maldad o estupidez. Debo generar una corriente amalgamada de horror en todo lo que se me acerca, mis textos deben ser un necronomicón de la vida cotidiana.
Y en este mundo imposible que cada día se me antoja más complicado, en esta conjunción de caminos y veredas insospechadas, vuelvo con mi reflexión, la que se me quedó a medias entre la cabeza y el tintero. Lo inútil y lo bello.
Mejor canción para adornar estas palabras que All This Useless Beauty de Elvis Costello no se me ocurría. Todas las bellezas que he visto, olido, oído tocado o saboreado, de todas, no alcanzo a adivinar que ninguna fuera inútil. Pero la belleza no es igual para todos, la belleza no es práctica de la misma manera. A mí la belleza me genera pasión, amor, amistad,...una canción, una sonrisa, una frase. No veo inutilidad en mi universo en estas manifestaciones, para otros quizá sí. En mi forma de entender el mundo la belleza es parte esencial, y sé de bellezas que me odian pero que siguen pareciéndome parte de un universo maravilloso donde las tildes funcionan o donde los dioses del Olimpo debaten en preciosos ejercicios de dialéctica con clásicos de otra época como Petrarca.
Sé que un guión me vuelve loco, una escena de Lubistch o de Wilder, un acorde, una melodía, un olor, o un tacto. Hay cosas que sean o no prácticas son bellas, y eso me vale. Posiblemente sea gilipollas. Sea malvado. Sea un monstruo... pero no sé si será por esto...

Jodido...

Jodido...

Resulta



Bueno, resulta que soy un farsante, lo peor, miseria de miserias. Soy un esclavo de Hades corrupto,  Quimera que siembra el horror por donde pasa, soy un Caco no resuelto, Caribdes expulsando mares, las mil tribus de ladrones juntas, una legión cruel y maldita arrasando la Germania. Loki disfrazado de buen hombre atirbulado, un incierto numerito, un trilero, jugador que en la tirada lleva los dados cargados.
Soy el dedo en la llaga osado por dudoso, maleante del terror, un gazapo en las vivencias, el traidor de los infantes de Viriato, un Euristeo tramposo por Heracles reclamado. Apestoso y maloliente, si mis besos fueran dados el hedor arramplaría con la brisa de tus manos.
Lo peor de cien mil años, las cloacas del infierno, un suburbio arrabalero donde engañan cuando hablan. Un farsante que lo mismo ni conoce a un tal Fitzgerald, ni aporrea una guitarra, ni de Dante tuvo idea, un jamelgo de dos patas que al soltar su vil palabra suena todo a rebuznancia.

viernes, 12 de octubre de 2018

I might be wrong



Esa sensación en que parece que todo lo haces mal.

Todo o nada...



Mr. Hot era un tipo duro, sin cortapisas, era mejor no cruzarse en su camino. Mr. Hot era típico tío con el que era mejor llevarse bien. Ese era Mr. Hot. Un mandamás, un tiburón. Pero a los ojos de Mr. Weak era un tipo sin sustancia. Mr. Weak veía a Mr. Hot como un pastiche de arquetipos, una mezcla de todos los tópicos que tiene que aunar el supuesto líder. Pero Mr. Hot no era un líder, no bajo los ojos de Mr. Weak que le veía más como un trepa que como un personaje de tomo y lomo.
El mundo de los débiles y los fuertes, el de los que apoyan la cabeza en otro hombro o el de los que exhiben su miembro como demostración de lo que pretenden. El mundo es raro, pero poco reflexivo.
Me encuentro con gente que, como no reflexiona, coge las reflexiones de otros, además coge las de otros muy, pero que muy, tontos y simplotes, gente como Bucay o Coelho con mentes débiles sin formación real, tipos llorosos no por sensibilidad sino por incapacidad, tipos que escriben consejos con el lujo y la prepotencia del que se cree en un estado superior de la humanidad. Y lo peor es que hay gente que se los traga y los toma como ejemplos. Prefiero mil veces a alguien que ha llegado a una conclusión, aunque sea errónea, por sí mismo que a todos los esclavos de modas y redes sociales y bienpensismo que hacen lo que dicen que está bien y, lo que es peor, piensan lo que dicen que hay que pensar.
Mr. Hot llegará más lejos que Mr. Weak por una sencilla razón, en este mundo los tipos imbéciles siempre llegan más lejos.

jueves, 11 de octubre de 2018

Reflexiones en un día de lluvia



Érase una vez un momento que se encontró con un instante y se volvieron eternos. Se llamaban Alfa y Omega.

No hay muchas realidades, posiblemente solamente una, y en esa se confunden los acentos con el modo gracioso de hablar.

El paradigma del amor es un tipo esperando desoladamente en una esquina en una tarde lluviosa, sin paraguas, y que sus lágrimas se confundan con la lluvia.

No hay errores en algunas conversaciones y, sin embargo, otras conversaciones son un error. Y el horror sobrevuela a veces en los silencios.

Ultimamente pongo meses pasados y futuros...September in the rain desde Octubre.

Noviembre por llegar...


Aún estamos en Octubre...pero parece que este año el Otoño sí ha llegado, tenemos Otoño, y después de Octubre llega...Noviembre.

Días de risas recordadas con acentos de otros mundos. Días de mares congelados, días de soles que no abrigan, de paredes emborrachadas de colores tenues, de sentimientos aturdidos camino de la criogenización, de emociones que una vez apuntaladas se someten al tormento de ser claveteadas al cuadro del ayer mientras ellas intentan salir...emociones y sentimientos que huyen del intento de congelación.

Noviembre por llegar...me pareció que la canción venía perfecta.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Idea sobre la marcha...



Las olas no se movían
estaban quietas
un fulgor resplandecía
en lontananza.
Quieto el mar, desde tu ausencia
deshaciendo la madeja
de temblar por displicencia
o sentir tu remembranza.
El mar...parado, quizá piensa
en modo asceta
sin un desierto fuera ciencia
que resuelva su tristeza

domingo, 7 de octubre de 2018

Hay sol pero el día huele a gris


No tengo ningún disco del quinteto de Miles Davies...al menos no lo recuerdo.

Ahora solo suena jazz...allá donde pongas el oído hay jazz.

viernes, 5 de octubre de 2018

Slow hands


Este comienzo de mes ha traído el desconcierto, el desánimo, y este blog debe permanecer como espectador inane. Manos lentas que no aparecen y se suceden en teclados o en virtualidades sonoras con un pincel de trazo gordo para esbozar la realidad de un brochazo, sin colores pastel.

Manos lentas que entornan puertas para permanecer al otro lado observando desde el resquicio que queda entre el junco y el borde, mirando como la luz atraviesa esa columna que conecta con el otro lado.

Conciertos cerrados al parecer para el próximo diciembre, ensayos que desaparecen y botellas encima de una mininevera desde un sofá con su propio universo construido y deshecho una y otra vez en una paradoja nietzscheniana. Manos lentas que avanzan hacia la puerta para notar como el resbalón te resbala y las bisagras aparecen congeladas.

Mundos con colores que alguien trajo desde la perplejidad de quien no entiende el nudo temporal de las emociones y para el que siempre hay que guardar un sitio en la mesa, un cubierto de comensal vespertino para el té de las cinco, sin platos y con tazas repletas de cerveza del centro de Europa. Manos lentas que empujan a uno y a otro lado la puerta preguntando si hay alguien más en umbral, si los sonidos son de pies descalzos que no quieren hacer ruido sentándose apoyando la espalda sobre el marco de un billete alemán.

jueves, 4 de octubre de 2018

Y...


Aterrizo en este blog de cuando en cuando, como reposo donde restañar heridas. No entiendo nada del día a día, del requerir ahora, del exigir en el momento que quiero, entiendo las loas, las mías y las de otros, entiendo el sonoro transcurrir de una mano sobre la piel del amado, entiendo el lapidar, el odio, entiendo el amor mundano, el sublime, el curso de lo extraño y el saldado por la cuenta de la esquina que pagamos en una noche de absenta sin estima. Entiendo un domingo derramado y algún jueves desquiciado, entiendo si me apuras, el otoño en tu vasija, contenido sin dejar que en madrugada entone con su canto las plañiras de un mal fado.

Aterrizo en este blog por el hoy. El ayer y el mañana se divierten con otras frases, engañifas gramaticales o semánticas que sueltan verborrea etérea. Soy el etéreo que parafrasea en una clase de historia antigua, el loco de la suelta al infiel de Lepanto a los tribunales inquisitoriales, un cacique andalucista, un parterre con plantas que no se abrasan, ignífugas que arden en la noche venusiana. Soy un lunático sin trance que te lleva a otros mundos, un terror, un horror, un terrario o un herrario con un yunque, un ciempiés con odio artropódico, una mierda, torpe blues, una furcia follando en un tragaluz.

Aterrizo y me quedo boquiabierto mientras pienso en mi guarrez sumergida en unas piernas beduinas bien abiertas y un formato de extraperlo que quedose al descubierto en reuniones deslucidas entre amos y plebeyos.

No soy nada, soy un llanto por el día y una risa con espanto, no soy nada, un lamento que camina, un idiota sin descaro, un liante o un tunante, una mierda, un zurullo, una conjunción de hiel que quemó en un solar toda su estima. No soy nada por mí mismo, que sea algo perfecciona mi concepto arrabalado, mi temblor y mi autoestima, esa palabra sin seso, esa palabra inventada, no soy nada y sin ser algo me atribulo en las esquinas, me parece que mañana, podré ser en la ventisca que enarboles con tus iras, que presente tu sonrisa.

Los asesinos de la inteligencia no llevan armas y son gente tranquila...

  Y cuando el mundo aparece resulta que tu amigo estaba durmiendo. Nadie quería despertarse con ese sonido. Pero a ti la música te martillea...