Que después de pasado un tiempo te asalten los trapecistas
de un rostro del pasado como si fueran comandos del futuro no tiene sentido. No tiene
ninguno.
Que uno tenga ganas de leer a Scottie, o a Baudelaire…quizás
tampoco, pero ellos siempre están ahí como parte de mi sinsentido, o sea que
ellos son poco acusables.
Que el mundo sea extraño y que los rostros aparezcan por
doquier es menos lógico.
Que escriba esto acordándome de esdrújulas, de beowulf, de
filologías, de tantas y tantas palabras, de hugs…no tiene sentido…pero ahí
está.
La realidad es un trasto que acarreamos como las quimeras de
las que hablaba Baudelaire…sobre nuestros hombros. La putada es que los que vemos las quimeras de los demás no somos capaces de ver la nuestra...quizás porque vivimos sin ella, quizás porque la quimera, devorando los deseos naturales humanos, sustituyéndolos por la rutina obligada, logran que todos sobrevivan con cara de felicidad sin saber hacia dónde se dirigen pero caminando, no obstante, de forma insistente.
Algunos no tenemos quimera que nos devore...o la que tenemos es de una naturaleza peor. De las que te inyectan el deseo, de lo multiplican, a sabiendas de lo imposible que es conseguir satisfacerlo.
Muchísimo, cuestión.