El rumor del verano se va y viene con destreza. Amenaza con
decir adiós en breve, y sabemos que será así. Que la amenaza se volverá
realidad y que nos esperará un otoño antesala del invierno. Sabemos que el
verano se nos escapa entre los dedos, por más que quieras apresarlo no hay
sustancia tan esquiva como el tiempo. Sabemos que se pira el muy hijoputa, se
nos va el verano y nos deja pensativos por el balance del estío. No podemos
juzgar nuestros días estivales porque lo mismo la cuenta nos sale en rojo.
Pensando en el verano pongo Beach House, Bloom, magnífico
disco para evaluar lo poco que queda de sonrisas despreocupadas. No tenemos
paradas hermosas donde entretenernos, tan solo un disfraz de payaso para
mirarnos al espejo e intentar hacernos reír a nosotros mismos. Con sonidos de
días tranquilos y noches de deseo adolescente, con la ira del mundo olvidada y
escondida bajo la cama. Veranos de tejados sin bicicletas, contemplando
estrellas que no sabemos si siguen allí.
Los turbantes de nómadas del desierto desaparecen, no hay
beduinas a las que mirar a los ojos, al azabache tan manido como referente
ocular de negrura tan eterna como incierta. La arena del desierto es el tiempo
del verano, se escurre, se escurre,...