El tiempo es lo que queda en tus dedos cuando escribes
canciones para nadie. Y si quieres entender la frase es mejor que no esperes
nada. No esperes nada porque no hay nada de lo que preocuparse en el entramado
de estas palabras.
El tiempo son acordes que te olvidaste de guardar en tus
bolsillos. Claves menores que se convierten en notas en desacuerdo con la
realidad que te rodea. Son realidades inconclusas en una habitación donde la
noche no llega porque está eternamente esperando el anochecer y no permite que
salga la luna hasta no ver que el sol se va a dormir.
Los sentimientos que necesitas los tienes guardados en el
zurrón del debe pero no haces más que pensar en ellos. Pero si la noche es
noche por la tarde, si lo ves así, entonces deberías escuchar trompetas en tus oídos
con coros que imitan los sesenta que ni tu ni yo escuchamos.
El conjunto de violas a los que puedes añadir unos fagots
son el recurso del que ama la belleza.
Querida Musa, ¿qué miedos tienes que escondes tus respuestas con risas?
El día es un sonido, la noche es un silencio, pero ambos son intercambiables.
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