Los volúmenes de las canciones son individuales, algunos no
soportan muchos decibelios otros los necesitamos para llenar nuestra alma con
un líquido que se vacía poco a poco al final de la bolsa. Otros no soportan la
música alta porque enseguida su bolsa se desagua otros queremos llenarla a tope
porque el agujero de consumo es brutal. Consumimos todo con avidez, con la
velocidad del rayo, con la sensación de que es lo que nos da la felicidad. Y un
átomo de felicidad tienes que consumirlo porque ahorrarlo no es real.
La
felicidad tiene un momento, guardarla para un instante distinto es
desperdiciarla, tirarla a la basura.
Yo suelo escribir con música porque creo que las palabras la
necesitan. Por ejemplo la palabra “circular” o “reminiscente” o “eferdórica” la
cual no existe por cierto, solo pueden emplearse si una melodía te está dando
soporte. No hay nada como una melodía para escribir, salvo que escribas
historias. Si escribes novelas, cuentos, o historias con personajes entonces no
veo claro lo de la música...mejor dicho, sí. Pero con la música exacta.
Escucho lo nuevo de Travis, me gusta. Me gusta tanto como cuando oí mentiras de tabacos de ultramas por discusiones de parejas. Me gusta tanto que no sé decir lo que quiero por mucho que me insista el señor Fran Healy al que le tengo un respeto un punto por debajo del señor Thom Yorke, lo cual equivale a lo mismo.
Yo creo que todos nos hipotecamos, yo el primero, porque además lo lloro. Otros se hipotecan y lo ríen, ¡qué cabrones!
Me gusta, y mucho, "another guy", lo último de Travis.
Todo es real y todo es mentira a la vez. Ahora si quieres
resuelve la paradoja.