The Searchers…Centauros del Desierto, posiblemente el mejor
título que la estupidez patria cambió. Hoy la he vuelto a ver…hacía mil años
que no lo hacía. Y se me saltaron las lágrimas al final, cuando Ethan recoge a
Debbie, ante el temor de Marty, y la coge en su
brazos tras la huida desesperada de ella entre acantilados imposibles.
La abraza, la arrulla y le dice “es hora de volver a casa”, y yo con las
lágrimas en los ojos. ¡Qué película!, ¡qué director!, que suerte verla y
disfrutarla.
Hace días,meses, años que estoy olvidado de mí mismo y estas cosas me
retoman, en un circunloquio extraño yo mismo me retomo, estos momentos, estas películas me hacen recordar lo que me era. Pueden ser películas o canciones, novelas o discos, de una u otra forma son recuerdos que me hacen ponerme en un sitio que no sé si es bueno o mal, un sitio construido sobre un cúmulo de despropósitos basados en
un edificio de cultura esnob que me maravilla. Soy una mierda, pero esa es la
mierda que me vuelve loco, el cine de John Ford, el jazz de Chet Baker, la
música de The Beatles, la literatura de Fitzgerald. Yo soy esa mierda, esos
poemas de Poe o Baudelaire, esos versos de Shakespeare que no se supieron
apreciar, esos recuerdos, esos acordes, esas canciones, esas frases...un blanco, un caballo, y un indio que se come al caballo...Eso…
Hoy visto The Searchers y he llorado como un niño,
disfrutándola como un imbécil. Tengo que pillar ahora My Darling Clementine.
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