Los mundos paralelos, los que no son. Paralelos…siempre me
hizo gracia el chiste tonto, paralelos. Eso debo ser, un lelo. Sin más ni más.
Ardo en deseos de escuchar nuevas músicas y no tengo ninguna
que escuchar. No tengo porque no me sumerjo en la maravilla de nuevos sonidos,
o viejos interpretados por gente nueva.
Los mundos que rodean mi día a día y a los que de vez en
cuando les pongo una frontera absurda y estúpida. Un sinsentido que no viene de
la voluntad y sí de la desidia. Esa que me tortura incesantemente, producto de
mí y causante de mi desorden cosmogónico.
Un momento de cordura o una razón de más, los locos
desconciertan, los cuerdos mucho más, el mar o la arena, el desierto o el agua.
La tormenta con sacos de tierra, los días y las noches, el castillo, el hombre,
abajo, mirando las almenas de tristeza. El estupor del síncope asincopado,
golpes a destiempo que convierten la música en un nuevo concepto. El
destiempop, unas melodías plagadas de desastre en corcheas desacertadas. El
arte deshecho, el desarte, desarte que destroza la realidad de la belleza.
Todo es un chiste mal contado.
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