domingo, 9 de octubre de 2016

Seguimos con Nino...



El sentimiento de crítica hacia mis padres fue, poco a poco, buscando cobijo en mis pensamientos. Dicha sensación había sido imposible en mi idea de familia durante mi época adolescente. Mis hermanos –pensaba yo- eran unos desagradecidos, y mis padres unos seres maravillosos, posiblemente etéreos y divinos, que un ser superior había depositado en la tierra para que la felicidad anidara en su familia. Esa estupidez me llevaba a estudiar como loco, y a unos cargos de conciencia brutales dignos de comedia –no podía ser tragedia, era patético- griega.
El sonido del despertador que supuso salir con amigos y pensar en follar y beber me llevó a la conclusión de que todo estaba desajustado. Reordené mis ideas, me dije que la ingeniería la sacaba por mis putos huevos, por mí y por nadie más, que seguiría leyendo porque me enamoraba Scott Fitzgerald, y que escucharía a The Beatles porque lo mismo ellos habían hecho más por mí que mis progenitores. Una vez tomada esta decisión el mundo cambió, mis padres lloraron porque saqué la carrera pero era un descreído y yo lloré porque seguía sin tener una novia con la que follar todos los días. Ese estado era el que se estableció como mi constante desde que terminé la carrera hasta conocer a Silvia. Ese era yo…y ese yo consiguió recuperar a mis hermanos para sentirlos como tal, y me alejó de mis padres en una maniobra helénica de castración mental.
Ese mundo se declaró imbatible, y yo vi que lo era. Ya no podría cambiar, solo matizar, pero vi que había salido del yugo de la familia…mis genes de soberbia –no solo identificado en mis padres, sino en mi apellido- estaban siendo aplacados, mi sentido del humor empezaba a desarrollarse en un sentido irónico, mi formación me proporcionaba placer –música, libros, cine-, y solo quedaba mi mierda de relación con las mujeres…ahí perdía, en ese terreno, sin embargo, gran parte de mi familia había sido digna de las conquistas del gran Alejandro o de un Escipión. A mí me gustaba Anibal pero, al parecer, solo tenía de él lo desagradable que podría parecer un tuerto.

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