El sonido de una trompeta resultaba evocador. Años atrás Juan
era un aficionado al jazz, un aficionado incipiente que podría haberse
convertido en un mediocre y entendido conversador de la música americana que
tan pocos de Madrid conocen pero que tantos aprecian como “música de fondo”.
Años atrás era feliz con el sonido de una trompeta. Ahora recordaba aquellos
años.
El bar no era más grande que el despacho del director
general de la empresa donde Juan pasaba día tras día sin gloria y sin penuria
su existencia. Era la mano derecha del director general, pero no acababa de ver
claro lo que eso significaba porque ninguna decisión importante pasaba por sus
manos. Debía ser que las decisiones importantes se tomaban con la mano
izquierda.
Y ese año, a finales del verano, con el otoño llamando a la
puerta, abrieron a escasos 10 metros de la oficina un bar de música en directo
con nombre curioso “Humo de fondo”. El nombre le atrajo, le recordaba al jazz
por el término “de fondo”, y además el hecho de plantear directamente la
presencia de humo resultaba hasta un osado atrevimiento, atractivo y desleal
con las buenas maneras, un descaro para los tiempos que corremos. Porque aunque
Juan no fumaba respetaba el humo y más en un bar. Un bar sin humo se le
asemejaba a una sala de espera de una multinacional donde una entrevista
malévola para conseguir un empleo aguardaba, mientras una garra de inseguridad
te atrapa despiadadamente.
Y “Humo de fondo” no era más grande que el despacho de
Arturo, el director general y tenía humo, el suficiente para charlar con
confianza, con la tranquilidad de que no te espían.
La música jugaba a su favor. Ponían mucho a Billie Holiday,
especialmente a partir de las once de la noche,…antes podías toparte con Bob
Dylan, o James Taylor o Donovan…a partir de las once jazz, por regla general.
Juan se convirtió en habitual. A veces salía a las ocho e
iba para allá, total solo eran diez metros. Y salía de allí a la una o dos de
la mañana. A veces quedaba con algún amigo, a veces con alguna amiga, y últimamente
se las apañaba para charlar de lo divino y lo humano –sobre todo de esto
último- con Luis que era el camarero y dueño del local junto con su hermana
Pepa.
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