Desde el mundo que uno camina día a día, apenas hay motivos
de saltos de alborozo. Lo más a lo que aspiramos es a estar sentados de
alborozo, lo cual, si lo observas con media distancia, no está tan mal… ¿o sí?
La duda del ¿o sí? Viene porque no todos somos iguales, no
todos observamos la vida igual, no todos nos satisfacemos con lo mismo y no
todos creemos que Batman sea un gran detective pero que solo gana a Holmes en
sus cachivaches.
Lo que distingue el salto del asiento es el número de discos
que tienes esperando a ser escuchados. El del salto tiene más porque mientras salta
poca música escucha salvo que llegue unos cascos bluetooth bien modernos. El
del asiento escucha música, constantemente, pero es música impertérritamente continuada
en las armonías y melodías, son poco arriesgadas, no tienen una sílaba
malsonante y no hay disonancias a ritmo de fusas.
¿Y tanta frase extraña? Pues es lo que se ocurre en una
tarde otoñal…o estival o lo que toque.
El desierto está oculto, escondido o perdido…los pies…deseados.
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