Las maniobras de la desolación surgían en la vista de
Calloway. Calloway en realidad se llamaba Fernando pero siempre le había
gustado lo de Calloway. A sus amigos les decía que le llamaran Calloway pero
todos le llamaban “Fer”, otro fracaso en su cadena de intentos de reivindicarse
como distinto.
Ahora Calloway estaba contemplando a su novia, bueno, más
bien, su ex novia. Ella estaba separándose de él, estaba rompiendo, humo,
fuera, eres un recuerdo, adiós. Isabel había elegido una fiesta familiar para
decirle adiós, y él no entendía nada. Según ella le decía que no tenía sentido
seguir juntos, los hermanos de Isabel pasaban a su lado, Rodrigo, el ingeniero
de talento y educación exquisita le acababa de servir un bourbon solo “toma
Fer, que sé que con coca cola no te gustan estas cosas” y Antonio, el mayor, le
acababa de regalar unas entradas para ir al Bernabeu, donde la empresa de
Antonio tenía un palco.
Todo era extraño, Fer “Calloway” tenía una copa de McCallan
18 años, sentado en el porche junto al jardín de la casa de los padres de
Isabel, con toda su presunta familia política saltando ufana a su alrededor, e
Isabel acababa de dejarle. Un ciclón de ideas le pasaban por la cabeza tan
rápidas que no podía atrapar tan sólo una que le permitiese pensar cómo
reaccionar.
-
Fer, esto es lo mejor, yo creo que no estamos a
gusto ninguno de los dos.
Eso de romper repartiendo las culpas era algo que le jodía
sobremanera. Era ella la que quería romper, ¿por qué tenía que decir que eran
los dos los que no querían continuar con la relación? Puede que la situación
fuera un poco tensa en los últimos meses, el cambio de trabajo de Calloway y la
presión por tener un hijo por parte de la familia de Isabel estaba desquiciando
las cosas. Llevaban 3 años viviendo juntos, una pareja estable a vista de
todos. Calloway era un poco raro, costó que la familia de Isabel le aceptara,
pero pasado el tiempo hasa le vieron como el ingrediente peculiar en la familia
lo cual, desde un punto de vista esnob, se había convertido en algo de lo que
presumir por parte de los padres de Isabel “nuestro yerno es muy raro, escritor
o algo así, pero encantador y además Isabel está estable, tranquila, hasta
feliz diría yo, así que no podemos pedir más”. Eso es lo que José Antonio, el
padre de Isabel, solía decir…porque Isabel había dado muchos problemas.
Hija de familia adinerada, creció con todos los caprichos de
la única hija, caprichos y fiestas, cuando cumplió dieciséis años en su puesta
de largo dedicó unos treinta minutos de la fiesta que le organizaron sus padres
para inaugurar su nueva etapa con una felación a un primo casado de más de
treinta años. Sus padres no lo supieron y, se podría decir, que a ella no le
dejó mal sabor de boca ya que fue convirtiéndose en una auténtica artista del
sexo prematuro el cual combinó con cocaína, anfetaminas y desapariciones de fin
de semana. Así hasta las veintidós años, edad en la que sus padres la
internaron en una clínica de desintoxicación en la que estuvo cerca de un año
para salir limpia. Limpia por dentro y por fuera, se quedó sin alma pero, en
realidad, el alma la había hipotecado hacía seis años cuando comenzó esa
carrera de excesos sin meta.
Por otro lado Calloway había sido el lado opuesto de las
opciones que se le pueden plantear a un adolescente. Sus dieciséis años los
celebró en su casas escuchando el disco “What’s the story morning glory” de
Oasis, solo. Y podría jurar allá donde le preguntaran que había sido uno de sus
mejores cumpleaños, tarde de música y cena con sus padres en casa tomando
hamburguesas caseras preparadas por mamá. Había invitado a su amigo Esteban
pero solamente pudieron estar un rato juntos porque era viernes y había quedado
con otros compañeros del instituto para dar una vuelta. Calloway no salía, apenas,
era un poco marginado o un poco pasota. Pero eso no duraría mucho, poco a poco
su cultura musical comenzó a provocar el interés de su clase, sabía todo lo
último que se publicaba y además tenía un criterio excelente. En unos meses
empezó a escribir una especie de fanzine que se inventó para el instituto y al
final de aquel curso era una de las personas más populares.
Isabel y Calloway venían de mundos distintos, mundos
distintos no solamente en lo tangible sino en lo que sus almas habían anhelado
y aprendido desde que nacieron. Isabel nació siendo una joya con el futuro de
un juguete roto y Calloway era una joya sin pulir con las trazas de un palacio
por construir.
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