No tengo un minuto para correr al revés, ni siquiera tengo
un reverso para correr en un minuto, no tengo nada que entendamos desde el
punto de vista natural, sin tener que recurrir a los gritos de alguna gárgola
que confíe en que jamás le cortaras la cabeza con un hacha a ritmo de bajo
percusionado de manera incesante.
No, no hay nada más que una noche que ha invitado a diversas
cantantes sin voz para que nos deleiten con un extraño coro basado en un “lalalá” que soy
incapaz de desentrañar. Esto es lo que tenemos, un buen atributo de nada y una
buena función para fracasar una y otra vez, una y otra noche en una letanía de
eterno fracaso, superando a Mike Scott porque, al fin y al cabo, el bueno de
Mike no se merece que se le caiga encima una diatriba de coros erróneos provocados
por una imaginación estúpida.
No soy rey de nada, soy un frívolo, al parecer soy una perfecta
montaña de excremento, residuo del vómito de alguien.
Si me preguntarán a mí diría que soy lo que queda de unos pedazos
rotos de melancolía.
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