Sin Conocerla – Una Melodía Mod
No tenía ni idea de cómo era la
suavidad de su pelo, porque ella nunca estaba allí, en el lugar donde me sentaba
encontraba rastros de su aroma, un vaso con restos de su pintalabios. Y no me
importaba no encontrarla porque sabía que no iba a ser posible verla, ella
vivía para que yo no la encontrara. Y sonaban Los Zombies cada vez que sabía
que ella había estado allí pero ya no.
Nadie me dijo dónde podía
buscarla porque los que la conocían no podían descifrar el laberinto que
conducía hasta su boca, siempre entreabierta para no mostrar la lujuria ni
perturbar al más casto de los que guardaban bajo llave el celo del deseo.
Ella paseaba todos los días de
otoño, los marcaba con un rotulador en rojo, todos eran fiesta para ella,
sentada bajo una cálida luz del sol. Y yo solamente podía recorrer las calles
mirando las caras de cada uno de los que allí se encontraban y sabiendo con
certeza que ella había discurrido sus pasos entre ellos pues había frotado sus
caras con la brisa de su presencia, y eso, amigo, se veía en las sonrisas que
quedaban en sus rostros.
Sonaban verdes cebollas en el
tocadiscos, dando vueltas a cuarenta y cinco revoluciones, y sin una palabra yo
me zambullía en el masturbador retrato de su cuerpo imaginado y jamás
contemplado. Con una excitación propia de un adolescente, trascurría la tarde
de un sábado para que las bambalinas del sexo cayeran bajo la turbadora
sensación de anhelar su lengua más que cualquier otra cosa del universo. Y
dándole vueltas sé que realmente lo único que anhelaba era sostener su mano
entre las mías y que en el crepúsculo me contara como habían sido todos y cada
uno de los minutos que había estado sin verla. Pero nunca la veía, eran mis
pensamientos de un pobre jornalista del amor que tomaba nota de lo agridulce
que era tener mariposas en el estómago sin una red que las atrapara.
Cada viernes por la noche la
pereza de salir con mis amigos se volvía una pendiente que resolvía con ducha,
vaqueros ajustados, camisa elegante y americana mod, sin otro objetivo que
tener la fortuna de llegar al Speak Easy y me pusieran a los Small Faces
uuhhhba, uhhhhba, One Night Stand. Todo o nada, así era cada viernes, y siempre
era nada, como mucho una buena canción pero ella no aparecía, nunca estaba allí
y sin conocerla sabía que no había caminado en ninguno de los bares que deshacía
cada noche del finde. Una y otra vez era nada para mí y todo para ella porque
estaría danzando en otro lugar destilando sensualidad y convirtiendo en ganado
a sus pies a todos los hombres a su alrededor.
Por las mañanas, a media mañana…a
eso de las 12, o sea al mediodía, me venía a la cabeza cuantos habrían sido mis
sustitutos en su regazo al aparecer los primeros rayos de sol que se colaban en
el lugar donde habías elegido dormir ese día. Las 12 serían la hora de su
despertar mientras que yo llevaba más de 3 horas como buen ingeniero,
trabajando sin la sonrisa que podría tener si el teléfono sonara estando ella
al otro lado. Mi sustituto simplemente la olvidaría después de llorar cuando
ella se fuera y yo había comenzado a llorar porque no estaba a mi lado, lloraba
antes de verla. Comencé a echarla de menos antes de conocerla.
Y así andaba yo, como un soldado
de hojalata que caminaba todos los días sin el calor de su piel y con la
seguridad de que cuando estuviera cerca parecería más una figura de chocolate
que se derretiría nada más decirle hola, que dejaría empapado el suelo por el
goteo del sudor de mis manos. No necesitaba muchas certezas para saber que era
maravillosa. Sabía que necesitaría ayuda para hablarla, que alguien me mostrara
qué palabras decirle, sería el peón del juego donde ella siempre era la reina y
dónde antes de terminar la partida ella misma elegía el color del rey con el
que quería dormir cada velada.
Ella era un arco iris donde mi
imaginación saltaba de color en color, era un solárium donde siempre brillaba
su sonrisa, era el amor que no tenía cuando follaba con la vecina o con aquella
amiga de la universidad que siempre era una opción en alguna mala noche, era el
objeto de mis reflexiones diarias, eran mis canciones y mis trajes, eran mis
palabras y mis recuerdos, eran mis deseos y mis sonrisas…era el dorado del oro
y el dulzor de las fresas, eran mis poesías del revés y mis juegos de azar
inventados, eran todos los países de las maravillas y era el camino de unas
baldosas amarillas que esperaban más allá de Texas, eran las tardes soleadas y
la lluvia tras el cristal. Y aquí estaba yo, tirado en un sofá en un domingo
donde lo único que falta entre mi cigarrillo, mi botella de whisky y el cojín
del suelo era su ropa interior y su voz preguntándome dónde habíamos estado
todo este tiempo sin conocernos…
Inspirado por She’s not there, Autumn
Almanac, Green Onions, Waterloo Sunset, One Night Stand, All or nothing, Substitute,
Tin Soldier, She’s a rainbow, Sunny Afternoon
Madrid 26 de febrero
2021
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