Una pasada
Ayer estaba dándole vueltas al
asunto de qué demonios hago comprándome discos físicos cuando ya tengo mi Spotify
Premium para escuchar lo que quiera. Pero no acabo de sacar una respuesta del
baúl de excusas que pueda convencer a más de la mitad de la humanidad…bueno
creo que realmente sólo convencería a un reducido grupo de pirados que, como
yo, seguimos entendiendo que la música puede de algún modo poseerse. Y qué
mejor manera de hacerlo que en formato físico, con sus booklets -folleto no me gusta, aunque me recuerde algo
fantástico-, con sus fotitos y con sus letritas. Así que sigo gastándome las
perras como un gilipollas en CDs…me hace gracia que ahora ha vuelto el vinilo,
eso ya entra en el territorio freakie de papel de plata. Esos que se hacen un
gorro con papel Albal para que no le lean los pensamientos desde los satélites.
El vinilo, que me encanta, se ha vuelto un territorio de lo exageradamente
exclusivo…salvo para los DJs, donde tiene todo el sentido del mundo. Aunque
ahora con CDs te simulan todo, desde un scratch a un vinilo rayado.
Pero el tema es que yo, como un
personaje de Camus escribiendo la novela perfecta, todos los años emprendo la
tarea de comprarme nuevos discos y en este 2021 ya tengo 3 nuevas
incorporaciones. Tengo que reconocer que la entrada sin control en nuestras
vidas de la música deslocalizada hace que me compre menos…pero aún así, ahí estoy
yo con mis pedidos por internet de disquitos. Y en alguna ocasión hasta voy directamente
a alguna tienda de las de antes, de verdad, donde los tocas antes de
comprarlos. Los tiempos de Madrid Rock eran maravillosos, ahora es más difícil
pasear entre la música con portadas…aunque habrá que decir que ahora todo es
más fácil. Antes era imposible escuchar la 4 canción del “The Rise and Fall of
Ziggy Stardust and the Spiders from Mars” salvo que lo tuvieras…ahora no, ahora
entras en internet y en segundos ya lo estás escuchando. Quizás aquellos
tiempos de Madrid Rock eran maravillosos porque llegaba a la música porque
realmente te enamoraba, había un trabajo para ello, un esfuerzo del que ama y
desea canciones. Ahora parece todo demasiado fácil, pero a los que amamos las
canciones nos facilita el llegar a nuevas bandas, canciones, músicas y, demás,
nos ahorra un montón de pasta.
Empezando el año, y como ahora me
ha dado por los Small Faces, pues me he pillado el primer disco de estos
muchachos liderados por Steve Marriott que grabaron con el sello Immediate,
propiedad del icónico Andrew Loog Oldham, el patrón de los Stones por aquella
época. El disco es una maravilla con cortes tan estupendos como (tell me) have
you ever seen me que abre el álbum o el feeling lonely…completado además con
singles como el hipnótico Itchycoo Park, la preciosa I’m only dreaming o el
super hit Tin Soldier.
Una vez que tenía este en mi
poder, tenía pendiente un descubrimiento del año pasado, el intimista “For
their love” de la banda Other Lives. Me atrapó la canción Lost Day, melodía pop
con aires setenteros, donde el rock aparece y va y viene sustentado por un
toque folk indudable. Preciosa canción que se merecía que le diera todo el
crédito de confianza musical al disco y que no ha decepcionado. Jesse Tabish
con su aspecto de Gari Oldman en el Drácula de Coppola te subyuga con su voz y
hace que el disco transcurra entre un gel de acordes perfectos para cualquier
crepúsculo.
Y visto que uno está un poco
tarumba, decidí que mi tercera adquisición del año fuera las Variaciones
Goldberg interpretadas por Glenn Gould en una edición que tiene las dos
grabaciones de estudio que el peculiar y estrambótico pianista registró en 1955
y 1981. Y por qué, porque me gusta. No puedo encontrar razón más poderosa que
esa. Puse la grabación de 1955 (aún no he escuchado la de 1981 que es
notablemente más larga porque al parecer, según el mismo Gould, descubrió el
placer y lo importante de la calma en la música) y es, sencillamente, una
pasada. Sé que no es el término más culto, elevado, elegante, intelectual,
cultivado y un sinfín de adjetivos más, que podría emplear…pero es que es una
pasada. Así de fácil y simple, una auténtica pasada. No soy un avezado experto
en eso que llamamos música clásica pero disfruto de ella. No puede hacer un
análisis de cómo y porqué Bach hizo esta composición –salvo si voy a internet y
es otro el que hace el análisis-, no soy capaz de situar en qué punto del
barroco se sitúa, qué influencia tiene y cuáles genera. Pero me parece una
pasada.
Por cierto, Itchycoo Park o Lost
day también son una pasada. Y comprarse discos…también. Aunque solamente lleve
tres este año.
Madrid 5 de marzo de
2021
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