Esconde tus alas en las tierras ignotas de los monstruos de piedra,
esconde el suburbio donde tu mente pasea las noches de invierno,
desliza tus pasos por el salvaje estiércol de un terrenal
infierno
camina, camina entre enredaderas trepadoras culpables de no ser hiedra.
Lamenta mis versos confusos, los que vieron arena en vez de
tierra,
disculpa mi llanto y sonríe mi triste comedia maquillada de
cieno,
descansa en tu penumbra, feliz de no ser prisionera del vil desierto,
y sueña sin reyes, sin besos, sin lujuria, sin el ansia del
deseo en tu cabeza.
Republicana de escolástica marchita, tez ancestral de mujer anatema
diletante en el sosiego, desnutrida de la calma, ávida del hilo de Teseo
dragón sin llamas por olvido, danzante cortesana de un imposible medievo
monárquica en el onírico callejón donde vistieron pasiones de seda.
Sueña, sueña sin que uno solo de los versos apacigüe el torrente de un pendejo.
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