Cuando vuelves de Sevilla piensas que hay algo por allí que
aún no has visto. Y claro que lo hay. Hay tantas cosas en cada ciudad que dejas
por ver que siempre hay algún motivo para volver. A todas menos a Ciudad Real…allí
creo que no hay nada por ver, es más, creo que si vas a esa ciudad te sobra
todo lo que has visto en ella. Ciudad Real es una ciudad inventada en el medio
de la Mancha, es un pedazo de nada en medio de la nada más universal. La nada
manchega, famosa por el loco de Don Alonso Quijano, se llena con retazos de
historia castellana. Con pedazos de reconquista y pueblos típicos plagados de
tópicos. Pueblos manchegos donde el rumor es la actividad habitual, donde el
cuchicheo en vez de volverse arte se torna en artificio, donde el criticar al
vecino es necesario y público porque el vecino lo está haciendo también.
Cuando vuelves de Sevilla atraviesas las tierras manchegas y
te preguntas porqué fue Córdoba el último lugar plagado de cultura árabe.
Porque Toledo algo tiene pero no es Córdoba. Toledo que pasó de ser capital
visigoda a la ignorancia musulmana, se reclamó a sí misma en la reconquista
castellana. Y es que algo debían intuir aquellos seguidores de Alá para
olvidarse de la capital goda. Algo debían suponer para que su rastro en La
Mancha sea tan liviano.
Cuando vuelves de Sevilla dejas atrás una ciudad con río, y
un río da otro aire a la ciudad. Un río de verdad, no como los ríos de
metrópolis como Madrid, cuyo río es una pequeña estafa y además lo enterramos
para que no moleste ni huela. Yo prefiero el Manzanares enterrado, total, para
lo que nos valía verlo lleno de suciedad. A veces, asomándote por algún puente,
podías ver que el río bajaba lleno de corrupciones y detritus de nuestros
alcaldes y políticos. Ahora, enterrado, suponemos que la corrupción se ve menos…pero
es una vaga ilusión.
Cuando vuelves de Sevilla piensas que tienes que volver…y
esto es así siempre.