El día y la noche suelen ir de la mano en el paso del
tiempo. A veces hay noches que parecen días y viceversa, es por el aroma del
viento. Te hace pensar que el tiempo transcurre al revés, pero solo es el aroma
del viento, que va más rápido que tus sensaciones y en las noches te trae
aromas de mañanas ya empezadas o por las mañana te sugiere brisas de noches ya
conclusas.
El día y la noche no son solamente motivos de luz, también
de ánimos, de esperanzas o de partidas por jugar. De debates internos, de
apuestas irresolubles unas, otras extrañas, otras sinsentido. El día y la noche
se pelean en competiciones de melancolía, donde siempre gana la noche, o en
peleas de esperanza donde el día resulta vencedor.
El día y la noche se enfrentan y se aman porque es así,
desde que se vieron en un crepúsculo temprano, desde que besaron su piel sin
los labios, desde que la luna abrazó al sol y este se dejó abrazar, así es. Y
día tras día, noche tras noche, se aman sin saberlo a la vez, sin coincidir en
el momento del amor, sin poder tocarse las yemas de sus dedos, sin poder
abrazar la oscuridad con la luz. Día y noche, noche y día…así deambulan sin
hablarse más que de forma circunstancial y sin que la noche pueda saber porqué
es así. Porque el día, siempre, piensa que hace lo correcto, arrinconar a la
luna en el destierro del olvido, porque para algo el día es bello y la noche
melancólica.
De esto ya hablaba Cole Porter...y yo soy un mero aficionado sin clase ni estilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario