No tengo canciones que poner pero intentaré sacar una del
baúl. Del mismo donde tu aposentas tu almohada cada noche para dormir entre
lisonjas. Las mismas que luego desprecias y que me tiras a la faz con el ansia
de devolver todo tu odio hacia alguien.
Hoy no tengo versos porque me los gasté todos en un pasado
incierto. Los mismos que gasté los reclamarás para cubrirme de bilis mientras
tu estómago vacía tu repulsa sobre mis manos.
Hoy entro a leer y no hay nada que leer porque has echado
la llave y el silencio. El olvido de todo es muy parecido al no ser
nada.
Pongo una canción porque…¿qué culpa tienen las canciones?
Cuando te pasa que te pierdes y no te encuentras quizás
deberías preguntarte si sabes cuándo te perdiste. Eso te puede dar pistas. Si
resulta que tienes la percepción de que llevas perdido desde siempre entonces
probablemente no te hayas perdido. Siempre lo estuviste, no hubo un momento
concreto. Naciste en el laberinto, no entraste en él, creciste entre paredes
con esquinas que se doblaban una y otra vez para llevarte a los mismos
pasillos.
Andas por los pasillos día tras día para reflexionar de vez
en cuando. Reflexionas porque poco más puedes hacer en un laberinto, eso o
intentar cavar un agujero de dudoso éxito. Tus reflexiones te suelen llevar a
la frustración del camino perdido. Pero esa frustración obedece a los panfletos
que un avión esparce continuamente y que llegan a tu habitación cretense. Folletos
donde te cuentan que la vida es felicidad y que debes encontrarla. Que las
sonrisas son algo fácil y que el camino del enriquecimiento personal es un
camino a seguir.
Kikeyeso… eso es el enriquecimiento. Una parodia de lo que
nos pasa. El único real es el monetario y el interior es algo que cae más del
lado de lo que tú quieras construir…para eso necesitas esos cimientos que los
que hablan de esa palabra no tienen ni puta idea de lo que son.
El poder es un lago donde los cisnes son tus esbirros.
Paredes largas que se doblan y más paredes largas…al final
está la ventanilla.
Doblarte en dos para reproducir un canto de sirena y luego
salir al terreno.
Las palabras del amor son el escrutinio de los resultados
electorales de tus necesidades.
Si te gusta un helado y la vainilla no te preocupes. Aquí tienes sirope de fresa.
Bailar con botos Valverde del Camino mientras el cascanueces asa castañas.
Amor mío, arrima las chuletas al sarmiento...que el espeto te lo dejo en la playa.
Cuando escuchas “Into the mystic” la primera vez…no recuerdo. Pero intuyo que algo debí sentir, una canción tan maraivllosa y cálida no puede pasar desapercibida. Y si me pasó sin pena ni gloria es muestra de lo zote que soy. Un perfecto gilipollas incrédulo, con millones de errores cada día. Con tropiezos, pedernales que golpean mis acciones, estupidez maravillosa que acaricia mi realidad para hacerme sentir humano, demasiado humano.
Dentro de lo místico no soy más que el que escucha el rumor del viento, sentado sin saber qué decir. Mientras una sinfonía de metal acarrea el duro trabajo de hacerme despertar a la belleza. Trabajo fácil porque la belleza la llevan las trompetas en sus alforjas.
Amas los sms porque están caducos, amas lo que no suena a siglo xxi, amas por amar o porque el amor suena cool. Amas sin saber y eso es un atisbo de glamour que puede volver loca a toda tu audiencia. Eres especial, maravillosa, caminas sin pisar el suelo, eres el Aton de los locos de Amon, la revolución, la pera limonera….te elevas por encima de nuestras mentes y nos volvemos zombies a tu paso. Eres la supermujer, la que siempre deseaste ser, la diva de las divas, la diosa con quien todo el mundo se masturba en su cuarto. Tu cuerpo es el más deseado de toda la especie que saborea lo moderno. Eres guay , la más.
Y yo soy un monstruo, el que camina ahondando las baldosas, aquel que solo tiene canciones, el que busca en todos los rincones, el que asusta, el que aburre, el que ante la vista solo ofrece el oído, el que es una puta mierda, el Amon por el miedo, el sacerdote que no se atreve, el infrahombre, el loco que escribe sin talento solo por escribir, la falsa seducción, el inerte del día a día, el suave chico que se cruzó contigo mil millones de veces en el metro. Ese soy yo…recuerdas la línea 6 de metro. Yo me enamoré todos los días de ti y de tus esbirras. Y sabía que eran tus esclavas. Esa miseria me queda.
Y tú sigues en tus pases de modelo. Asombrando, deslumbrando a todos los que se te acercan. Yo contemplo desde el backstage de la ópera. La canción del yonkie es la banda sonora de mis madrugadas. No puedo más que esconderme y temblar.
Hacía mil años que no escuchaba el disco Feelings de David Byrne. Disco que no paraba de poner una y otra vez allá por el 98… y me sigue gustando, me pareció magnífico en su día y aún me parece una gran arquitectura musical del alma de Talking Heads y alma inquieta del pop underground incalificable.
Y pasan los días mientras un concierto se acerca. Tenía dos libros que leer ayer y ahora no tengo ninguno, locuras de ida y vuelta, montaña rusa. Aún así me cogeré uno de los dos, total, no hay alternativa a coger los dos ahora para cotejar.
No recordaba la maravillosa The Soft Seduction. Cualquier canción puede que se te acerque para hablarte a ti especialmente, y eso pasa a menudo, piensas que la canción te habla…cuando en realidad solo eres tú.
No sé qué escribir…sólo recuerdo canciones…y recuerdo que "burnt by the sun" me parecía maravillosa...y demonios...es que lo es...
Este blog que alberga mis miserias hoy tiene que albergar una de mis virtudes. Soy del Aleti, en días como hoy más que nunca. Adoro este escudo...aunque me lo cambien.
Escuchar música, o salir al parque o estar mirando cuervos,
o rellenar un cartón de leche con agua de la fuente del deseo. Quedarte mirando
paredes, organizar el desastre, crear un caos para luego fumar pipas ancestrales.
Seguir entre paredes, mirar por la ventana, caminar, caminar, caminar. Seguir
en el rellano, saborear una copa de licor, cantar a la luz de la luna, ponerte
un disco, leer el libro de ayer esperando que se convierta en el de mañana,
tostar el cuerpo de una beduina, mirar de reojo mientras se cierra una puerta.
Los coches aún no vuelan. Y yo estoy bastante jodido cuando me enajeno y doy dos pasos hacia atrás para contemplarme. Y no sé dónde estoy en mi mundo. Mi mundo tiene pasos cambiados con mi realidad, y entre tanta disfunción me acuerdo del doctor Franz de Copenhague y sus inventos imposibles.
Los coches aún no vuelan. Y cuando me levanto y no doy con la tecla precisa resulta que estalla la bomba habitual. Esa bomba que como mecanismo de funcionamiento básico contiene un percutor implacable. Las teclas que puedo pulsar son más de cinco millones y sólo una evita el mecanismo, así que lo normal es la explosión mental de la dinamita de tu mente. Una vez que estalla mi percepción cambia de color y los camellos del desierto se tornan en chacales. Las hienas esperan su turno.
Los coches aún no vuelan. El día del ayer o el ayer del mañana o el futuro que no cambia o el eterno retorno o la recurrencia básica. Siempre lo mismo para encontrarme con caras ajadas. Voy a volverme un hedonista de la belleza y así no busco mentes que tengan un punto de amor por la poesía.
Los coches aún no vuelan. Me parece una puta mierda lo rural. Una estupidez del tamaño de Júpiter. Me parece que lo rural es como un baño de un bar de copas a las tantas de la madrugada, lleno de pis y de mierda y aburrido. Deprimente, las novelas rurales son a mi gusto lo que el amor a una mesa de contrachapado.
Locos combinados en azur de Puig porque me suena de antiguo. Locos en tremenda desazón con salsa de arándano y habichuelas para que sea rural, ese ruralismo que tanto odio. Locos que van y vienen con un tren que pita por una vía que lleva al palacio de Orellana y Orellana está jugando al béisbol con Joe Dimaggio. Locos sin más ni menos y una balanza que está midiendo locuras que nadie entiende. Locos de loquilandia con dodos en el rellano de una escalera que sube a la planta sótano. Locos que me llaman y cuando abro soy yo el que llama. Locos comiendo y bebiendo en una orgía no programada de placer en el Reino Unido. Locos que piensan como una canción pero la canción no suena. Locos…lo sabes?
Cuando llevas algo al límite tienes dos opciones, o mil. Pero
una de ellas es sentarte y escuchar la canción cantada por Randy Meisner en el
disco One of these nights. Si eliges ésta seguro que te da por pensar, salvo
que seas un, como dice mi hermano, “indigente mental”.
Siempre tienes un nuevo reto, si ya has visto todo, siempre
tendrás algo nuevo que ver. Eso es contradictorio pero es así, y no lo digo yo,
lo dicen Eagles. Y,cojones, si lo dicen ellos y no lo entiendes es que eres un perfecto gilipollas. Cuando no hay nada en lo que creer siempre puedes volver a lo
que te hacía sentir vivo, creer en lo que creías…¿por qué no?
Una vez más, siempre una vez más. Salvo que decidas que no.
La canción, que parece triste, en realidad es un canto a la esperanza, a seguir intentando dar un paso adelante.
Y sin embargo no vemos nada, yo no veo nada porque no tengo
narices para ponerlo delante. Soy un ciego estúpido mental. Soy una mierda que
una de estas noches querría acercarse a la ladera de tu cama para mirarla sin
saber como escalar tu montaña. La montaña que tantas veces aparece con
diamantes y deseos mezclados en las letras de Glen Frey. Sin saber qué poner me
pongo canciones para pensar en que en uno de estos sueños te colaste y eso
nunca había pasado. Sueños con pecados de dólares buscados en piedras que
escondías en tu regazo, noches tranquilas que se convertían en gritos descabellados.
Gritos para besar cada paso que pudieras dar mientras yo componía poemas
imposibles teñidos de añil y con sabor a caramelo agrio. Poemas de vino y
rosas jamás plantadas. Una de estas noches que nunca serán.