Olivares andaluces, sudores de manos andaluzas desgarradas
bajo un sol abrasador, el esfuerzo de una tierra que devuelve en forma de
aceite el aceite de la frente que regó la tierra. Tierra de arte y de siesta,
de pereza y de esfuerzo, de tópicos y de versos, poetas que aporrean las
puertas del cielo y caen en una cuneta en el drama nacional. Artistas parisinos
que mamaron un acento boquerón para esparcir el retrato de nuestra España con
perspectiva de Andalucía. Tierra ajada y vilipendiada por los cobardes del
noreste que usaron las espaldas de andaluces como base del crecimiento.
Andaluces cainitas que pasando las generaciones se avergüenzan de su pasado de
pishas, miarmas, rebujitos, caballos del Rocío y ferias.
Andalucía de sol y playa y de campo que si no fuera por el
olivar, por los aceituneros, podría parecer una tierra inerme, un barbecho sin
años de cosechas. Andalucía surcada por sierras donde se forjaron leyendas de
trabucos y de lucha contra el francés. Tierra de inicio de libertades, la Pepa,
tierra de talentos que algunos desprecian. Aquí empezó el estado moderno
español y algunos todavía la vituperan en un afán de borrado de la historia, de
ocultar la verdad, de buscar razones en la sinrazón. Desmemoria injusta para el
pueblo y la tierra de Andalucía.
Esta tierra tiene algo, lo puedes respirar, pero solamente
algunos lo perciben, otros sólo ven playas con chiringuitos, lujo de un Puerto Banús
decadente, o señoritos cabalgando las marismas de su propiedad.
Andalucía, heredera de Tartessos, de púnicos, griegos,
semilla de la república romana, flor del imperio, vergel musulmán, tesoro
renacentista, puerta a las Américas. Andalucía…qué poco te conocen.
Triana ya hablaba que sabía de un lugar...¿sería en esta tierra?
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