Y el vals de Shostakovich nos acompañó mientras deslizabas tus pies descalzos por la madera de nuestro ático y yo intentaba seguirte en mi primer baile de la vida, y era imposible no sentir que la felicidad inundaba cada rincón de aquella habitación, mirando tu sonrisa de danzarina que contempla la torpeza de un pato como yo, tropezándome y mirando al suelo para tantear si mis pies seguían tus directrices explicadas antes una y mil veces.
Observaba tu bello rostro, algo más alta que yo, feliz por ver que realmente eras tú y que tu alegría daba energía a cada uno de mis pasos. Y estábamos enamorados.
Y luego hicimos el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario