No es el momento de la verdad cuando tienes que enfrentarte
a los fantasmas, los fantasmas aparecen antes y después de la verdad porque te
acompañan cada momento, cada minuto, y salen cuando no lo esperas o cuando lo
esperas, da igual, ellos no están pendientes de tus descuidos, solo están
pendientes de cuándo tienen que salir.
No tengo más que dos dólares en billetes de diez y un reloj
que marca las horas cuando miras el precio de las verduras del día. No tengo
más que ganas de besar unos labios que solo besé una vez, y un montón de
cicatrices en las yemas de mis dedos de todas las cartas que te he escrito sin
respuesta. No tengo más que el saludo ingente de mil palomas mensajeras que no
llevan mensajes a tu balcón porque lo cerraste con la llave imposible de descifrar.
No hay un sonido fuera, hay un estruendo de metal que
convierte la realidad en el juguete de quien transforma la comida de tu mascota
en un montón de mierda crepuscular con tintes de futuro incierto y de tiranía
ancestral. Quédate aquí conmigo mientras acaricio tus pies para que el placer
inunde tus sentidos y puedas evadir tu sensación de verdad al palco de mis
manos, para contemplar desde allí los próximos minutos de tu sueño reparador.
No es momento de empezar desde el final así que alguien
escoge varias damiselas rubias para que bailen a tus pies, reina morena, y que
luego las destierres a la mejor de las arenas, al paraíso que puedan habitar
mientras buscas mis huellas y yo busco tu aroma por parajes que llevan una y
otra vez a las arenas rubias, con un camino sin sentido que confunde mis deseos
anhelantes de tus bailes descalzos.
Y todos los párrafos anteriores empezados por "no".
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