La música era de cuento
y como cuento te conté
los desastres de tu guerra
los horrores de mis golpes
el rumor de tanto invento
ese conocido como amor
ese que rompimos con abrazos
en la mañana muda, sin acordes.
La música me llevaba por tus vientos
suspirando sin resuello
por esos besos tuyos, tan remotos
que apenas los pude distinguir en el barco donde amabas a Kerouac.
Y la historia ya no era un cuento
era un estiramiento de artes mañas
en una función de estraperlo
prestidigitadores en el arcón de tus palabras
una canción jamás compuesta
y los poemas de mil tierras de ultramar.
El cuento desaparecía como se iban tus jadeos
en las lunas de mil años sin una mengua
creciendo entre tus pechos de princesa
sintiendo un pudor poderoso
y un poder pudoroso
oculto entre los bajos de la cama
mientras por la puerta un comisario
esgrimía la placa de la policía secreta
para llenarlo todo de prosa vulgar.
Y en la carcel de la historia se pudrió nuestro rencor
dando lugar a flores decadentes
en un jardín de comprensión imposible
y de deseo fugaz y eterno.
Así nos vimos el otro día en la fuente
al cogernos de la mano
y observarnos
diletantes en el cuento
que escribimos lentamente.
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