El trayecto de México a Texas fue
muy anodino. Cuando por fin conseguimos salir de México era un día de equinoccio,
el de otoño, por eso las personas tiraban hojas de papel a nuestro paso. Eran
hojas caducas, de los diarios cuyas noticias pasaban de ser actualidad al
pasado más remoto en cuestión de segundos. En México el pasado llega muy
rápido, cuando te quieres dar cuenta ya estás en el pasado y luego cuesta mucho
volver al presente porque siempre te topas con algún funcionario que te pide un
formulario completo.
Caminamos sobre los papeles hasta
llegar a la frontera, en el Río Grande, el Bravo en el lado mexicano. Me
resultaba curioso que el nombre del río fuera distinto según el lado de la
frontera en el que estuvieras y que ambos fueran en español cuando en el lado
de Estados Unidos se hablaba inglés. Luego pensé que Big River sonaba peor que
Río Grande y que los yankis adoptarían ese nombre por una cuestión estética.
Otro día uno me dijo que en Texas antes se hablaba español y de ahí el nombre.
Pero me pareció que era un poco tonta la explicación y, sobre todo, muy poco
frívola y elegante, así que decidí que no era la auténtica.
Cruzamos por Ojinaga y llegamos a
Presidio lo cual nos hizo sentirnos a todos muy mal. No nos parecía justo
llegar a un lugar de ese nombre tras años de camino desde Chile. Croque nos contó
que estar en Presidio sin haber pasado por un juez es todo un hito, a mí me
pareció una perfecta estupidez digna de Croquer –por aquel momento ya comencé a
no respetarlo pues me parecía una sandía-, y Joseph, que iba andando al lado de
Croquer como gato explorador le dijo si iba a seguir soltando sandeces. Tras
ello Croquer se azotó a sí mismo con su bastón de mando y Joseph le meó encima,
luego nos dijo que el meado de gato alimenta. Yo le pregunté a Giuseppe cuánto
alimentaba el meado de gato y él me respondió que tanto como la piedra pómez contribuye
al bienestar de Estocolmo.
Una vez en Texas nos preguntamos
cómo podríamos llegar a Alaska tras llevas años caminando. En ese momento pensé
que sería un buen punto para abandonar un relato y dejar las aventuras de Texas
para otro relato. Solo quiero reseñar que un día llegamos a Alaska…desde
Honolulu, en vuelo directo, tras pasar un fin de semana complicado en Split. En
Croacia todo es complicado cuando llegas andando desde Texas. De Split a Hawai
hay un trayecto curioso por tren…pero esa es otra historia…el caso es que, por
fin, llegamos a nuestro campamento en Cordova, Alaska.
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