![](https://static.naukas.com/media/2015/11/suerte.jpg)
Caminamos hacia algún sitio donde tomar una cerveza, mi
cabeza sigue dando vueltas al nudo de la cuestión, el desenlace lo veía lejos
aún. Observaba que ella hablaba pero por sus gestos debía ser algo banal, yo
asentía y perfectamente podía estar diciéndome que había inyectado una aguja
con salfumán de efecto retardado en mis venas la última vez que me quedé
dormido con ella para que mi muerte fuera digna de una novela pulp de los años
treinta, que me había hecho fotos desnudo en posición fetal mientras babeaba y
las publicaba en internet, y que había hecho una colecta para que me declararan
lerdo mayor del reino…que ni me enteraba. Yo estaba con mis pensamientos y ella
con su perorata, en la que de pronto escuche el nombre “Rafa” y puse
atención…pero no, era que Rafa volvía al día siguiente de pasar unos días en
Santander y que ella no había tenido ni dos días seguidos para salir de Madrid.
Al oír esto pensé que a mí me había venido bien porque así había estado con
ella, y luego sentí cargo de conciencia porque eso significaba que Rafa era un
astado digno del siete de Julio por mi culpa.
Y llegamos a donde teníamos que tomar la cerveza y donde mi
mundo desaparecería en un colapso total de realidad. Ahí estaba yo ante mi
nueva pareja no deseada y mi vástago, esperando que me dijeran el nombre que
tenían pensado para la criatura “Nino, creo que si es niño debería llamarse
Cataclismo, y si es niña pues Hecatombe”. Joder, cien bueyes sacrificados era
la alternativa al desastre…
Nos sentamos en una mesita de esas que parecen hechas para
gnomos, seguro que las conocéis, son mesas que tienen patas de unos cuarenta
centímetros de altura, una superficie muy ingenua con caracteres rúnicos y un
agujero en el centro que debe ser para poner la hoguera que nos libre de los
maleficios de la última bruja que quemamos en la hoguera. Una cervecería
étnica, una puta mierda para alguien que siente el ardor paterno en su
interior. Ese no era yo pero pensaba en ello sin parar.
- Bueno
tío –ya sentados Elena comenzó a hablar-, te habrá sorprendido mi llamada pidiéndote
quedar así.
- No
sé, algo sí, pero bueno, lo mismo quería aprovechar tus minutos de soledad. –el
hábil de Nino jugaba al despiste.
- No,
joder, no es eso. Verás... –instantes de silencio, Elena mira al techo, yo miro
sus ojos pero pienso en el regalo del primer cumpleaños de la criatura, un DVD
de Blade Runner o un chupachups de menta???-.
- Pues
soy todo oídos, de hecho ando en ascuas por saber qué quieres decirme
–tremendo, frase sincera, directa, eso es lo que quiero y lo expreso de una
forma inédita, pienso es hacerme una estatua, junto a la de mi hijo.
- A
ver Nino, a ver cómo lo digo. Me voy.
- ¿Te
vas? – joder para ser precedido por una duda de cómo decirlo, no podía ser más
directo, eso es que no voy a ser padre…¡¡¡no me jodas!!!, ya tenía pensado el nombre,
si era niño sería Bruswein (me encanta Batman) y si era niña Leia, no me jodas,
¿¿¿ahora no voy a tener un churumbel???
- Sí,
me voy – la cervecería tornó en paredes negras, con un par de elfos negros caminando
por las paredes, con un descendiente de Renfield mirándome, y con un par de dados
saltando sin parar entre mi mirada y los ojos de Elena.
- Pero
tía, ¿te vas? ¿cómo que te vas? –gran pregunta la mía, estuve a punto de dar la
opción del comodín del público, pero el aforo que había era poco interesante.
- Me
voy, me han ofrecido que a partir de octubre empiece a currar en Santander, Rafa
está allí aprovechando con un amigo para mirar pisos. Es un buen trabajo y no
suena mal como oportunidad para hacer algo distinto.
¿Algo distinto?, a ver, algo distinto es irse a cazar leones
al Serengueti, cazarlos con un tenedor fabricado con papel de aluminio. Eso es
algo distinto. O irte al ártico con una maleta llena de memorias usb y bañadores
estampados. O aprender suomi con un niño de cuatro años nativo de las
alpujarras ejerciendo de profesor. Pero ¿irte a Santander a trabajar y dejar un
florete olímpico?
La siguiente reflexión fue…o sea que no soy padre, que me
puedo seguir haciendo pajas y que puedo estar enamorado de Silvia. Me dieron
ganas de salir a la calle y saludar a todos los viandantes dándoles mi número
de teléfono por si necesitaban la ayuda de “Nino El Afortunado”.
- Pero
tía…estás segura de irte de Madrid a Santander así como así –yo en realidad
quería que se fuera, o que se quedara, pero que no albergara el estadio de
juegos de mis pequeños contenedores de código genético.
- Creo
que sí…pero Rafa lo mismo se viene. Y si se viene, creo que debería hablar con
él de dónde y cómo estamos en la relación.
Hala, ya se jodió todo. Ahora resulta que por echar diez
polvos hay que desordenar el mundo, ahora no puede callarse. Pero hostia puta,
si no dices nada Rafa se irá, tendréis uno, dos, cinco, diez hijos. Seréis
felices y nadie tendrá problemas. De dónde ha venido esa idea de que quieres
decirle algo.
¡Pero demonios!, si no está embarazada.
¡Pero demonios!, si mi amigo va a saber que le ha puesto los
cuernos conmigo
¡Pero demonios! si veo por el cristal que una persona está
agitando uno cocker spaniel por una terraza.
¡Pero demonios! si mi problema evoluciona sin que yo tenga
ningún control sobre el mismo.
Con tanto demonio circundando mi cabeza decidí montar mi particular
circo infernal y me sentí abrumado por mi buena suerte y mi mala suerte. Porque
pese a que la suerte se tome como buena, si miras la RAE –yo soy de mirar mucho
la RAE y mis pies, a veces más mis pies, a veces más la RAE, va por momentos-, las
dos primeras acepciones son de algo casual, fortuito, que puede ser bueno o
malo. Pues eso, buena o mala suerte.