martes, 22 de diciembre de 2020

Bolas y guitarras



No sé por qué vuelvo a escribir cuando sé que no sé hacerlo. Hace algo menos de un mes volví a hacerlo a colación de la noticia luctuosa de un artista sobre el verde, Don Diego Armando, creador de fantasías sobre el césped, devastador de su vida fuera de él. Y lo ligué con otro de mis referentes...


Diego toca la bola y Antonio la guitarra

En el verano del año 86 Nacha Pop se encontraba entre el maravilloso “Dibujos Animados” y su último disco de estudio “El Momento”, y yo no era consciente de nada de eso. Estaba pendiente de que empezaba mi carrera de ingeniería siempre y cuando la selectividad me saliera bien. Aquel verano había Mundial de fútbol y yo estudiaba en junio para que la nota me diera para entrar en la escuela de Ingenieros Aeronáuticos. Mis tiempos de Nacha Pop llegarían luego…

Pero mis momentos de fútbol estaban pendientes del mundial de aquel año en México, y las ganas de llegar a lo más alto con la furia española –esa que en el 2008 se metarfoseó para apostar por el juego más que por la testosterona-. Recuerdo aquel gol de Michel que no subió al marcador contra Brasil, la magia del Buitre ante Dinamarca…se pasó de la fase de grupos y me tragué el partido de Bélgica de madrugada, con el empate de Señor y la tanda de penales –palabra en honor del astro- en la que los felones nos echaron del torneo –¡Ay Eloy!-.

Total, que entre mi selectividad y que España cayera en cuartos –como siempre-se pasó aquel mes de junio. Y con la miseria de los cuartos impenetrables, llegó un partido con olor a venganza, vendetta de Falklands o Malvinas, olor a años de escarnio del inglés –aunque un argentino siempre quiso ser inglés, preguntad a Borges-, un partido donde el supuesto mejor jugador del planeta llegaba con el halo del que elevó el sur de Italia al Olimpo de los del norte (Milan, Juve, Inter…). Aquel tipo de Lanús, que se llevó “lo mejor” de La Liga con Goico, aquel artista, sacó su repertorio en el Mundial mexica para asombrar a todo el mundo del balompié. Maradona, Diego, el Pelusa ganó un mundial imposible para Argentina. Acompañado de una banda convirtió aquel equipo en una orquesta sinfónica con un único intérprete mientras que Bilardo “Pisále”, desde el banquillo, enarbolaba lo estrictamente necesario para que la Argentina bailara al ritmo que el de Boca marcara.

Y yo tenía 18 años, lo que vi fue maravilloso y me di cuenta de que no había otro. Estaba el argentino y mi Aleti en el planeta fútbol. No había más. Luego nos fuimos enterando de sus excesos, pero me quedó en la retina ese campeonato conseguido de la nada, con el talento de un único prestidigitador de la bola.

Aquel año 86 yo no escuchaba música patria, alguna cosa me llegaba pero nada comparable a la música británica, con los Beatles como bandera y alguna cosa de los ochenta, mi territorio musical se iba copando de clásicos, la cultura melómana invadía mi cabeza de manera inexorable y, poco a poco, empecé a entender de dónde venía todo el sonido, todo el ritmo… al descubrir quién era Bowie, Jagger, Davies, Townsend, Hayward,,…iba comprendiendo cada acorde que escuchaba en las emisoras. Así que, no era posible que me dedicara a “flipar” con lo que se hacía en este país, no había nadie que hiciera algo parecido, ni movida ni hostias. Pero, sin embargo, había una canción, más tarde supe que era del disco “Dibujos Animados”, una que me martilleaba incesantemente, hablando de lo imposible, una letra onírica, nada que hubiera paseado antes por mis tímpanos, un lenguaje distinto, “Relojes en la oscuridad”. Su ritmo machacón tenía además una melodía incontestablemente pegadiza y una letra brutal para alguien que busca algo más que una historia de amor… y ahí lo dejé, para que unos años más tarde me conquistara.

Me enamoraron, el fútbol del astro y las canciones del que compuso esos relojes…y ellos viajaron a la deriva por su mundo. Y su mundo era el mundo del descalabro, el mundo de los arrabaleros, un mundo imposible, el de los que caminan por el borde de la carretera, eligiendo el lado oscuro porque el luminoso no les ofrece la sensación de vivir lo que necesitan vivir, de vivir en el vecindario donde son felices. Ellos, Diego y Antonio, se dedicaron a explotar cada minuto de su vida mientras mostraban su talento. Diego fue deambulando de equipo en equipo y Antonio deambuló por sus mundos de ensueño ofreciéndonos maravillas.

Los dos se dejaron ir porque no tenían otra forma de vivir. Quizás no habrían sido tan grandes si no hubieran ido tan al límite de lo posible. Diego nos trajo el arte en el fútbol, Antonio nos encogió el alma al llevar la belleza del dolor en cada canción.

Antonio se nos fue y recuerdo como me quedé mirando una ventana, llorando por su ida…Diego no me llevó a una ventana pero me ha dejado un hueco porque ha sido parte de mi vida como lo ha sido, y lo es, Antonio Vega. Cuando me enteré no pude hablar, no sabía cómo tomármelo. Con el de Nacha lloré porque la música es más parte de mí que el hermoso y villano fútbol. Pero estas cosas me rompen, son pedazos de una realidad que se desmorona, torrentes de una pasión líquida que parece que se fugaran por un desagüe… y tienes que agarrarte al recuerdo para continuar

Hoy Antonio Vega está con su guitarra cantándole a Diego, no sé si un tango o una nueva letra, allá en el cielo de los que supieron traer a lo terreno los milagros de lo imposible. Hoy, si miramos al cielo con paciencia, veremos un gol de falta con un balón persiguiendo sombras, veremos a Diego tocando la bola y a Antonio la guitarra.

Madrid 26 de noviembre, 2020



Los asesinos de la inteligencia no llevan armas y son gente tranquila...

  Y cuando el mundo aparece resulta que tu amigo estaba durmiendo. Nadie quería despertarse con ese sonido. Pero a ti la música te martillea...