martes, 30 de noviembre de 2021

Swimming in the Sea of Idiots

Si buscamos detectives en nuestro interior resulta que salen muchos. Todos aquellos que son pasajeros del tren de la desconfianza. Cada vez que no duermes porque sospechas de algo generas un detective, un nuevo Marlowe, un Spade de la vida que se dedica a intentar saber qué hace aquel sujeto de la sospecha.

Todos tenemos detectives, igual que todos tenemos asesinos de ideas, dilapidadores de sonrisas y relatadores de excusas. Todos somos un poco lo que no somos.

Y ultimamente cuando oigo Taxman me pregunto si los Beatles eran de izquierdas o de derechas. Pero con el sign of the times alguno habrá que diga que eran franquistas.

Vivimos en la estupidez.

viernes, 26 de noviembre de 2021

domingo, 7 de noviembre de 2021

¿Dónde desembocan las palabras?

 

¿En qué momento los fantasmas se ganaron el trono? ¿Cuándo dejé de escribir sobre mis torturas y me acostumbré a vivir en el fondo de sus miserias? ¿Cómo se tornó el sol en oscuridad cuando lo único que quería era no apagar la luz? ¿de qué miles de consejos hui por desconocer su destino y resultó que no era más que el mío con una mueca trasnochada?

Las mentiras en las que camino son tan falsas que parecen verdades como puños, no hay rencores en mis palabras hay ciudades que no me recuerdan porque pasé demasiado tiempo en ellas. Robé el dinero de tu alma y no encontré un banco donde reconocieran la moneda como algo de curso legal…”usted no es legal” me decían, cuando yo lo único que quería era una sobremesa donde contemplar la felicidad bajo el olor de tus perfumes.

No sé cómo quedaron los resultados de la encuesta de satisfacción, sé que el mandamás de la cocina de los datos se quedó con todos los bombones que repartían a los niños. Los niños respondieron y ninguno tuvo agasajos, y yo seguía contabilizando bombones mientras el sonido de una guitarra acústica golpeaba las paredes acolchadas de una habitación largo tiempo olvidada. La encuesta pasó al departamento de objetos perdidos y se publicó en grandes titulares, con rotundo éxito de público, la crítica estaba aturdida y en otro lugar. “Todos son felices” anunciaba el titular y los más displicentes sonreían, bailando en una fiesta sin parangón, con trajes de terciopelo y hombreras ochenteras. Si te acercabas a ellos veías que todos eran tuertos y todos tenían la misma expresión vacía de felicidad eterna. Los que no sabíamos el resultado fuimos encerrados en una especie de patio barroco, con columnas repujadas de pesados adornos que simulaban las caras de los displicentes. Caminábamos por el patio intentando buscar una puerta que pudiera llevarnos a la nave principal de una catedral inconclusa. Decidimos que era un atrio por el cual deberíamos escapar mientras seguíamos pensando el modo de conseguirlo en infinitas vueltas. Una letanía se apoderó de nosotros y clamábamos en un coro síncrono cada una de las veces que volvíamos a pasar por delante de la figura de tu cuerpo siempre recordada. Habíamos elevado nuestros deseos de manera vil y miserable y yo era el oficiante de toda la lujuria que se desencadenaba en cada paso por tu culo escultural desnudo.

Y nuestras palabras parecían quedar congeladas, esperando una primavera que las hiciera licuarse para llegar al río donde se propagasen...y mis palabras parecían no esperar el calor de abril, simplemente flotaban sin una montaña que las albergase hasta que llegaran los días cálidos. Mis palabras se quedaban en el aire, gélidas mientras alguien se me acercó y me dijo que no podrían moverse porque yo no sabía qué hacer con ellas. No sabía dónde desembocaban las palabras.

Los asesinos de la inteligencia no llevan armas y son gente tranquila...

  Y cuando el mundo aparece resulta que tu amigo estaba durmiendo. Nadie quería despertarse con ese sonido. Pero a ti la música te martillea...