martes, 22 de diciembre de 2020

Bolas y guitarras



No sé por qué vuelvo a escribir cuando sé que no sé hacerlo. Hace algo menos de un mes volví a hacerlo a colación de la noticia luctuosa de un artista sobre el verde, Don Diego Armando, creador de fantasías sobre el césped, devastador de su vida fuera de él. Y lo ligué con otro de mis referentes...


Diego toca la bola y Antonio la guitarra

En el verano del año 86 Nacha Pop se encontraba entre el maravilloso “Dibujos Animados” y su último disco de estudio “El Momento”, y yo no era consciente de nada de eso. Estaba pendiente de que empezaba mi carrera de ingeniería siempre y cuando la selectividad me saliera bien. Aquel verano había Mundial de fútbol y yo estudiaba en junio para que la nota me diera para entrar en la escuela de Ingenieros Aeronáuticos. Mis tiempos de Nacha Pop llegarían luego…

Pero mis momentos de fútbol estaban pendientes del mundial de aquel año en México, y las ganas de llegar a lo más alto con la furia española –esa que en el 2008 se metarfoseó para apostar por el juego más que por la testosterona-. Recuerdo aquel gol de Michel que no subió al marcador contra Brasil, la magia del Buitre ante Dinamarca…se pasó de la fase de grupos y me tragué el partido de Bélgica de madrugada, con el empate de Señor y la tanda de penales –palabra en honor del astro- en la que los felones nos echaron del torneo –¡Ay Eloy!-.

Total, que entre mi selectividad y que España cayera en cuartos –como siempre-se pasó aquel mes de junio. Y con la miseria de los cuartos impenetrables, llegó un partido con olor a venganza, vendetta de Falklands o Malvinas, olor a años de escarnio del inglés –aunque un argentino siempre quiso ser inglés, preguntad a Borges-, un partido donde el supuesto mejor jugador del planeta llegaba con el halo del que elevó el sur de Italia al Olimpo de los del norte (Milan, Juve, Inter…). Aquel tipo de Lanús, que se llevó “lo mejor” de La Liga con Goico, aquel artista, sacó su repertorio en el Mundial mexica para asombrar a todo el mundo del balompié. Maradona, Diego, el Pelusa ganó un mundial imposible para Argentina. Acompañado de una banda convirtió aquel equipo en una orquesta sinfónica con un único intérprete mientras que Bilardo “Pisále”, desde el banquillo, enarbolaba lo estrictamente necesario para que la Argentina bailara al ritmo que el de Boca marcara.

Y yo tenía 18 años, lo que vi fue maravilloso y me di cuenta de que no había otro. Estaba el argentino y mi Aleti en el planeta fútbol. No había más. Luego nos fuimos enterando de sus excesos, pero me quedó en la retina ese campeonato conseguido de la nada, con el talento de un único prestidigitador de la bola.

Aquel año 86 yo no escuchaba música patria, alguna cosa me llegaba pero nada comparable a la música británica, con los Beatles como bandera y alguna cosa de los ochenta, mi territorio musical se iba copando de clásicos, la cultura melómana invadía mi cabeza de manera inexorable y, poco a poco, empecé a entender de dónde venía todo el sonido, todo el ritmo… al descubrir quién era Bowie, Jagger, Davies, Townsend, Hayward,,…iba comprendiendo cada acorde que escuchaba en las emisoras. Así que, no era posible que me dedicara a “flipar” con lo que se hacía en este país, no había nadie que hiciera algo parecido, ni movida ni hostias. Pero, sin embargo, había una canción, más tarde supe que era del disco “Dibujos Animados”, una que me martilleaba incesantemente, hablando de lo imposible, una letra onírica, nada que hubiera paseado antes por mis tímpanos, un lenguaje distinto, “Relojes en la oscuridad”. Su ritmo machacón tenía además una melodía incontestablemente pegadiza y una letra brutal para alguien que busca algo más que una historia de amor… y ahí lo dejé, para que unos años más tarde me conquistara.

Me enamoraron, el fútbol del astro y las canciones del que compuso esos relojes…y ellos viajaron a la deriva por su mundo. Y su mundo era el mundo del descalabro, el mundo de los arrabaleros, un mundo imposible, el de los que caminan por el borde de la carretera, eligiendo el lado oscuro porque el luminoso no les ofrece la sensación de vivir lo que necesitan vivir, de vivir en el vecindario donde son felices. Ellos, Diego y Antonio, se dedicaron a explotar cada minuto de su vida mientras mostraban su talento. Diego fue deambulando de equipo en equipo y Antonio deambuló por sus mundos de ensueño ofreciéndonos maravillas.

Los dos se dejaron ir porque no tenían otra forma de vivir. Quizás no habrían sido tan grandes si no hubieran ido tan al límite de lo posible. Diego nos trajo el arte en el fútbol, Antonio nos encogió el alma al llevar la belleza del dolor en cada canción.

Antonio se nos fue y recuerdo como me quedé mirando una ventana, llorando por su ida…Diego no me llevó a una ventana pero me ha dejado un hueco porque ha sido parte de mi vida como lo ha sido, y lo es, Antonio Vega. Cuando me enteré no pude hablar, no sabía cómo tomármelo. Con el de Nacha lloré porque la música es más parte de mí que el hermoso y villano fútbol. Pero estas cosas me rompen, son pedazos de una realidad que se desmorona, torrentes de una pasión líquida que parece que se fugaran por un desagüe… y tienes que agarrarte al recuerdo para continuar

Hoy Antonio Vega está con su guitarra cantándole a Diego, no sé si un tango o una nueva letra, allá en el cielo de los que supieron traer a lo terreno los milagros de lo imposible. Hoy, si miramos al cielo con paciencia, veremos un gol de falta con un balón persiguiendo sombras, veremos a Diego tocando la bola y a Antonio la guitarra.

Madrid 26 de noviembre, 2020



martes, 15 de septiembre de 2020

Territorios oníricos

Los dominios de Morfeo son extraños. Hoy soñé que una beduina iba sentada en un autobús, en Munich, y que iba cantando una canción junto con otro que iba también en el mismo autobús, con apariencia de mendigo. La beduina se lo pasaba muy bien y yo era un pasajero más de ese autobús, sorprendido por la energía y la reacción espontánea de esa morena.

Curiosos mundos...

viernes, 4 de septiembre de 2020

Nadie

 


Nadie diría que estoy apesadumbrado por el color de las notas que un saxofón desgrana al otro lado del escenario…y es normal. Mi rostro triste corresponde a otros ámbitos, otro tema es que la música me lleve en volandas hacia orillas donde el sonido de una lágrima se aprecia más que la carcajada insípida del desconocido.

Nadie diría nada, pues nadie ve cómo los dedos se alargan en busca de la limosna del amor. Mal asunto es cuando consideras que elamor es una limosna en vez de un regalo. Pero si las notas te llevan al extraño lugar que supone el devenir de unos sentimientos mal identificados entonces ¿qué puedes hacer?, quizás bailar o quizás hablar…te hablo “¿por qué no centras tus palabras en nuestra compañía en vez de hacerlo en un complejo diagrama booleano que, tal vez, podría entender si me interesara?”

Nadie entendería por qué los acordes son menores, ni por qué el mundo a veces no tiene trazos de tiza que recuerden a Galicia, ni por que la Ciudad del Pecado se esconde cuando buscas unos centavos que gastar, ni por qué el batallón del pánico huyó cuando la sonrisa de Cheshire apareció flotando, ni por qué me interrogaban mientras yo deambulaba por Central Park, ni por qué una parte de Covent Garden se deshacía entre tus manos simplemente por no llevar minifalda.

Todo es complicado de entender, tanto que alguien pensó que lo mejor era que unos entre otros se enfadaran con el objetivo de llevarnos a la distinción de los que siempre se pelean antes de cenar.

Nadie pensó que tanta distancia fuera tan complicada cuando la distancia no es más que una forma de dormir tranquilo.

Nadie pidió perdón por aquello de haber estado en mejor posición que otros como para quejarse…para eso ya estaba el autor…allá por el siglo pasado…hace cien años.

viernes, 21 de agosto de 2020

Extrañeza


Lo extraño y lo raro a veces se confunden. Como confundimos a los vaqueros de una película de John Ford con vaqueros de western, como confundimos lo similar con lo parecido. Lo extraño, puede ser de extrañar o puede ser de poco habitual. 

Extrañamos los mundos inciertos cuando paseábamos por las realidades rotundas, y también los paisajes de la ribera de un río o los lechos de una rivera, riberas y riveras. Laterales o cauces de nuestros días, errados a veces y otras veces, simplemente, vividos como el que no piensa lo que ocurre y simplemente, sin más, le ocurre. Pensar lo que te ocurre, darte cuenta...historia de un idiota contada por él mismo, libros del pasado, el pasado de va y viene para ser presente y futuro. Pasado que se resiste a quedarse anclado a su palabra, pasado irredento e irreverente que nos hace sentirnos vivos pues nos conecta lo escuchado con los nuevos sonidos que llegarán. Pasado, presente, futuro...parcelas de lo extraño pues no sabemos parcelarlas y, sin embargo, podemos distinguirlas con poco margen de error.

Errores por lo escrito o por lo no escrito. Sexo a raudales que jamás aparece, deseos de lujuria y de lenguas húmedas acariciando sexos húmedos en una humedad pantanosa que ahoga la razón y colma de placer cada postura en un suelo frío que se calienta por unos cuerpos desnudos. Maniquíes que tienen orgasmos en mil posiciones y que poseen cada vez una nueva razón para volver a entregarse a la lascivia del sexo mojado y caliente. 

Errores recorridos entre películas italianas y cine en blanco y negro, confundidas y fundidas en las vidas de Fellini, retomadas por no haber sido jamás recordadas salvo en sus nombres. Días, días y días.

Extrañeza...poco más, y nada menos.

jueves, 20 de agosto de 2020

Exploraciones


Hace siglos que no escribo…así he empezado muchas entradas. Los motivos, varios, ausencia de motivación, ausencia de creatividad, ausencia de mí mismo, ausencia de ella, de aquel, del momento, del tiempo, del color de la mañana o de la oscuridad de la noche, de tormentas, de días soleados…ausencias de todo lo que puede provocar que una pantalla en blanco vaya completándose con grafía. Pero básicamente es eso, ausencia. El motivo de no escribir es la ausencia.

La falta, la escasez, el desierto sin arena o el infierno sin arder, ausencias de miles de tonalidades y matices, sin música ni alegrías ni tristezas.

Creo que el mejor momento para escribir es después de tener sexo, pero no lo he experimentado nunca y comienza a resultar otra de esas fantasías, como la de dar un concierto para más de mil personas o conceder una entrevista literaria, que parecen imposibles. Escribir o componer después de follar, suena maravillosamente bien, pero no parece se entienda el momento de levantarte para engarzar sílabas. Ausencias, ausencia del mundo deseado, ausencia del mundo interior, ausencias varias que se suplen a base de masturbaciones oníricas que no permiten que fluyan las palabras puesto que lo que fluye es un semen que pasa de vital a circunstancial en una historia que alguien escribió bajo la influencia del ácido lisérgico que nunca tomó.

Escribir ahora sin que nadie te lea te permite hablar de masturbaciones o de paseos soltarios bajo la luz de la luna, te permite agasajar a Cioran a Celine o a cualquier escritor que empiece por “c”, te permite pensar en ninfas o en un universo donde varias mujeres agasajen la belleza de tus palabras y varios hombres disfruten de tu piña colada. Te permite ser tan estúpido como lo eras antes pero además puedes demostrarlo sin tener que justificar que no sabes ni escribir, ni componer ni tienes criterio para elegir un sombrero porque el último se lo regalaste a alguien que estaba loca por John Ford y ni siquiera tenias su teléfono, ni ella el del cineasta. Te permite inventar historias que se tomen por reales o contar realidades como si fueran falsas. Te permiten navegar por las paredes de una montaña vertical mientras un reloj se muestra con aristas porque odia a Picasso. Te permite hablar del cine sueco y pensar que un verano con Mónica es una pesadez sin chispa y que La Piscina es una obra maestra del sexo de las miradas.

Y todo esto con las Exploraciones del trío de Bill Evans y con las melodías que nos llevan a los parajes que nos prepara entre tema y tema sin una gota de sudor hasta que te pones a escucharlos, y empiezas a empaparte según discurres entre acordes y hamacas esperando que la brisa seque esas gotas que deslizan por tu cara, y una chica maravillosa aparece que te trae un gin tonic, una bebida preparada con lascivia y que previamente ella ha bebido para compartirla en este régimen estival imposible de enfocar pues no hay una sola luz que resulte agradable con tanto foco derretido por el sol.

Y todo esto debería ponerlo en otro blog, pero lo tengo cerrado, aunque para el caso que a este se le hace lo mismo da...lo copiaré tal cual en un blog que comienza a oler a humedad.

Todo es el sueño de alguien que no sabe nada pero se cree saber, al menos, una cosa ¡Maldito petulante vanidoso!

 

domingo, 16 de agosto de 2020

yo que se...

Bolsas de tierra que circulan en tu tienda 
Las bolsas del horror
Las del universo que espera
En el agujero de la mierda
Bolsas de basura con el seco de la siega
Las pajas del amor
Solitarias por no verla
El fluido del amor que no sosiegas.
Bolsas sin lamer en tu casa de verano
Los bikinis desvestidos incoherentes
O humedad de tu entrepierna en los dedos de mano
Vete fuera para que duermas en contornos de un abrazo.

viernes, 14 de agosto de 2020

Ideas que son letargos de tus sueños

Pudiste tenerme pero no me querías a mi, te querías a ti...
El día de los abrazos terminó como empezó, con un astro iluminando lo que pisamos.
Nunca quisiste saber de mi, solamente saber de lo que te gustaría oír.
Cuando quieras saber de mi déjame saber de ti.

jueves, 26 de marzo de 2020

Asúmelo, no eres atractivo. Un cuento breve.



- Asúmelo, no eres atractivo.

Juliett le espetaba las palabras a Marcus, sin otro objetivo que poder contemplar cómo se retorcía de dolor al herir sus sentimientos. Ver sus muecas y el trazo que las lágrimas dejaban sobre su rostro. Simplemente eso, observarle en el sufrimiento. Le daba igual que asumiera que no fuera atractivo, simplemente sabía que eso podría causarle cierto revuelo desagradable en su edificio de ego, le haría dar un paso más en la cornisa endeble de sus seguridades, le conduciría por el camino del autodesprecio y eso a Juliett le parecía una sutil venganza...

Y entonces pensó, ¿venganza?,... ¿de qué?

Juliett había perdido el hilo que le había llevado hasta esa necesidad de castigar a Marcus, ese hilo desperdigado por el laberinto de sus sensaciones se había desmadejado en su cabeza, su esquema de valores en la relación con Marcus estaba descompuesto, contemplaba el montaje escénico de su amor, desordenado, y se sentía incapaz de colocar todo el atrezzo en su lugar. Solamente podía vislumbrar su necesidad de ver sufrir a Marcus pero no sabía cómo había llegado a la misma, tan solo alcanzaba a discernir confusamente que le producía cierto regocijo.

- Mírate, tú, el bueno de Marcus, con su pedantería y complacencia tras soltar sus discursos, enrevesados, llenos de sabiduría y de empatía...de falsa empatía Marcus. Tu jamás te has identificado conmigo...ni con nadie. Vives pensando que la empatía es tu gran valor cuando la realidad es que solamente posees la soberbia del solitario, el desprecio del...

En ese momento Juliett paró, miraba a Marcus, silencioso. Posiblemente era la primera vez que le veía así, sin responder. Acostumbrada a sus respuestas rápidas, ágiles e ingeniosas, sus vericuetos argumentales, su verborrea que ya le resultaba insoportable y, ahora, estaba callado. La miraba, se acordó de una canción "eran las seis y aún hablabas, mientras que yo callaba otra vez"...pero esa no era otra vez para ella, era la primera vez que Marcus callaba y simplemente miraba, de manera fija, sus labios. Parecía como si fuera sordo y el único modo de entenderla fuese intentando descifrar el movimiento de su boca. Miraba y, tímidamente, al fin, pudo descubrir como una lágrima brotaba y se deslizaba en una carrera vertiginosa azuzada por el dolor hacia la comisura de sus labios.

- ¿Y ahora qué? -preguntó Juliett

Marcus la miró, y otra lágrima, y otra más, hasta formar un arroyo, compitieron en llegar al mismo lugar que la primera.

- ¿Ahora...? - Marcus sollozó como sollozan las plantas al alba cuando el rocío las abandona, en silencio. Se tragó su gemido de tristeza.

Mil imágenes nublaron su pensamiento, mil conversaciones fueron revividas en un instante ausente de tiempo, donde pasados vividos y futuros imaginados se mezclaron, un instante donde Marcus experimentaba toda la realidad de ser parte de Juliett, un instante donde la barbarie en la que Juliett le había enterrado, sepultado por una infinidad de horrores pronunciados las palabras de Juliett saliendo
de su boca como si del sombrero de un mago se tratara.

- Ahora, solamente me queda quererte.

Marcus se levantó, torpemente, del sofá en el que llevaba sentado más de una hora, se dirigió al recibidor donde había un espejo en el cual miles de veces se habían observado juntos para ver cómo iban vestido, en el espejo donde se habían hecho fotos riendo, el espejo ante el cual habían hecho varias veces el amor para disfrutar de la visión de sus cuerpos excitados. Se miró, volvió la mirada hacia Juliett y en una mueca cuyo sentido jamás podría descifrarse, y de manera pausada, afirmó

- No, no soy atractivo. No lo era antes de que me amaras y a partir de ahora volveré a no serlo...así que no es la primera vez que tengo que asumirlo.

Tras ello cogió un sombrero Fedora, volvió a mirarse al espejo, susurró "ni siquiera con sombrero", y salió a la calle.


martes, 17 de marzo de 2020

Día 2, desempolvando viejos ropajes




Días de plaga, pandemia, coronavirus, COVID_19 lo han bautizado, decretos de permanecer en las casas. Días de cerrar la puerta y echar la llave.

En estos tiempos de encierro, voluntario y obligado al mismo tiempo, en estos tiempos donde una pared de libros me contempla, en estos tiempos voy y recojo los trozos de mi alma que tengo arrinconados en las esquinas de mi cuarto. Las pequeñas esencias que configuran mi espíritu y que me iba quitando día tras día, como el que se desviste con la intención de lavar la ropa y volver a ponérsela en un tiempo cercano, pero esos pedazos de mí mismo no pasaban por el jabón reponedor, los dejaba tirados. Ya me los pondré, me decía, y así pasaban los días, semanas, meses…años. Con una parte de mí, de mis esencias, enmohecida, sepultada por lo insulso, por lo práctico, por la fealdad que nos rodea, por el famoso “día a día”.

Estos días me permiten limpiar, mi habitación, mi “día a día” se convierte en un tiempo para conmigo, para ver dónde estoy y encontrarme esos residuos de una vida pasada, para recogerlos, pasarles el jabón merecido e intentar que mi alma vuelva a beber de ellos. Uno no es el “día a día” porque el día a día que nos encontramos es el tic-tac de un reloj que no elegiste de manera absoluta, pero del que eres un engranaje. Ese día a día nos dice que debemos tener la suficiente grasa para seguir funcionando de manera suave, que debemos tener la rueda dentada con las aristas perfectas para no entorpecer el resto de los mecanismos. Y para ello nos cambiamos de ropajes, deslizamos nuestras pasiones adolescentes al final de la mesa, “ya me ocuparé de ellas en algún momento” nos lo decimos sin pensar que ese momento no llega nunca pues debemos seguir girando para que el mecanismo no se detenga, el reloj debe dar la hora. Todos los días, el día a día. Lo curioso es que las horas siempre son las mismas, no encontramos horas intrínsecamente distintas y los momentos que se suceden, los que sí llegan, llegan iguales unos a otros, pero nosotros seguimos engarzados en una rueda eterna e inviolable, seguimos formando parte de la rutina que lleva a los esclavos a empujar las ruedas que accionan una y otra vez las poleas que elevan toneladas de piedra, contribuyendo a construir una montaña de granito y pedernal cuyo fin no entendemos. Pero seguimos subiendo piedras.

Estos días desempolvo canciones y libros. Suenan melodías, Scott MacKenzie hablando de flores en la cabeza y me encuentro con “La Peste” de Camus. No se me ocurre mejor lectura para estos días, no soy de releer pero en esta ocasión me parece que es lo que toca. Recordaré en cada página los días en los que la leí por primera vez. Días en que lloraba más pues la sensibilidad es algo que te van quitando cuando te engranas en la maquinaria, antes me regía prácticamente por comportamientos sensibles con una dosis necesaria de practicidad. Ahora…

Recoger a Camus para volver a experimentar el secuestro al que la plaga somete la ciudad de Orán me resultará curioso. Cuando lo leí en su día no podía sospechar que una ciudad como Madrid o, simplemente, la ciudad en la que yo vivo, pudiera pasar por semejante trance. Experiencias raras, situaciones extrañas, confinamiento para evitar que el virus se extienda entre los ciudadanos. Informes y ruedas de prensa de los responsables. Calles vacías. Ciudad fantasma. Y el país que se engalana de silencio en una larga vigilia a modo de respeto y velatorio por los primeros que la enfermedad ha arrebatado. Horrores y miedos, salud y economía, y las paredes de ladrillo como muralla.

En estos días es tiempo de recomponer todo lo que se nos ha ido cayendo durante años de no saber a lo que renunciamos, de volver a juntar los pedazos auténticos de nuestra alma para, al menos, pegarlos y ponerlos en una limpia estantería. Tiempo de recoger nuestros ropajes del pasado para coserlos y volver a vestirlos aunque solamente sea los domingos, cuando volvamos a salir a las calles.

17/03/2020

domingo, 1 de marzo de 2020

No oírte
No saberte
En mi rincón sucio sin olerte
No escucharte 
No poseerte
Con la hiel de mi odio indecente
No sentirte
No conocerte
Con el viento del deseo impenitente 
No entenderte
No mirarte
Con acordes disonantes por quererte
No culparte
No tocarte
Sin tu oasis de dulzura en mi desnuda frente
¿No lo entiendes?

viernes, 28 de febrero de 2020

Cosas

No es posible la verdad,
pues verdad magnificada
es mentira entre los vuelos 
de un papel sin satinar.
Y satinado se podría barruntar 
que es un sueño de aquella niña rica 
la que con apenas un desvelo
empezaba a despuntar.
No es verdad, amor o desamor.
No lo es.
Es tu onirismo desigual, 
o simplemente un odio alimentado
por amores tan neonatos como gota de rocío al salpicar
las mañanas de un agosto, los recuerdos sin limpiar.
Craso error de los recuerdos vaciar
los buenos ojos, las miradas, el amar.

miércoles, 12 de febrero de 2020

Estos días…

Hoy me he levantado con los líos del congreso y Venezuela, porque al parecer ahora Maduro es bueno porque el vice se lo ha enseñado al presi en el finde de casa rural que han pasado, el Mobile que está que si sí que si no por el coronavirus, al que han cambiado el nombre, Trump que va a recibir a nuestros reyes ante lo cual no sé si decidirá presentarse con un manto de armiño, y un lunar pintado en la mejilla acicalada con polvo de talco, para mostrar al mundo que el único rey es él que tiene un aire a Simba con esa melena rubia de ordenador.

Hoy ya no se habla del Brexit, el Reino Unido está fuera de nuestro entorno y parece que el drama de meses se ha desvanecido y ahora todo el mundo mira a otros sitios. La atención se desvía mientras que en Madrid llegan rumores de que la comunidad va mejor, o peor, y que el paro ha subido en el conjunto del Estado. Y la palabra Estado se utiliza ahora desde las instituciones del gobierno cuando era patrimonio de gerifaltes arrabaleros periféricos con más complejos que sabiduría y menos ideas que palabrería.

Así que hemos llegado al febrero de este año bisiesto esperando que el mes nos sorprenda con su día de regalo por aquello de ajustar la vuelta al sol. Ese ajuste que ahora resulta un tanto extraño ya que las estaciones obedecen, al parecer, a los designios de unos señores muy malos que llevan capa larga y que asustan a los niños en las noches de invierno, las dos que hay ya que también se han cargado el invierno. Y mientras esperamos que este mes culmine su andadura con un epílogo en forma de día 29 me pregunto cómo llevan el cumpleaños los nacidos en dicho día. Supongo que los años bisiestos serán una fiesta de locura pues solamente pueden celebrar su cumpleaños como Dios manda una vez cada cuatro años. Yo esto no sé si lo manda Dios pero la frase es como muy de toda la vida, de eso que ahora van a empezar a prohibir pues puede recordar al dictador (ya no sé si al de El Ferrol o al de Jerez), a Fernando VII o a Felipe II, que seguramente en nada comience a ser vilipendiado por aquello de llamarse a sí mismo “El Rey” y firmar como tal. Semejante descaro merece una ley orgánica y delito penal para todos aquellos que se refieran a Felipe II como parte de la historia del Estado. No vaya a ser que alguien se crea que una vez este Estado fue una potencia y, aquí, potencia lo que se dice potencia no hay más que la del niño polla, que para eso es alguien que tuitea y es trending topic, expresión ya caduca por cierto.

Así que resulta que tras escuchar la radio esta mañana, cambiando de emisora una y otra vez para ver si alguien me contaba de una maldita vez si ya sabemos la trama que se esconde detrás del asesinato de Kennedy, he podido constatar que vayas al canal que vayas todos hablan de lo mismo en lo que a noticias se refiere. Y claro, es que una noticia es algo actual, así que todos reflejan la misma pared y cada uno la pinta de un color u otro…pero la pared es la misma. Lo curioso del caso es que mientras se dedican a pintarla olvidan lo que hay detrás de la misma, lo mismo hay un vertedero o un paraíso…pero mejor miremos el color de la pared, mejor pintemos un mundo donde todos debemos estar consternados de manera unísona por los mismos acontecimientos, unos por un color y otros por otro, pero los mismos acontecimientos. No pensemos en nada más que en lo que nos cuentan, no hay nada más…por eso los libros que leemos son bonitos y por eso la filosofía es un rollo del pasado. Por eso la música es reggaetón vayas donde vayas y por eso la liga la ganará el equipo de Concha Espina, porque aquí mucho cambiar de gobierno y lo que han conseguido es que la liga la vuelva a dominar el equipo con mayor tradición de títulos del Estado. Pero claro, ¿qué podemos esperar si hasta nuestro vice se ha puesto a aplaudir al Borbón? pero claro es que Felipe ya lleva lo suyo…que es del Aleti.

Los asesinos de la inteligencia no llevan armas y son gente tranquila...

  Y cuando el mundo aparece resulta que tu amigo estaba durmiendo. Nadie quería despertarse con ese sonido. Pero a ti la música te martillea...