martes, 24 de diciembre de 2013

Disfruta tú de la Navidad, total, hay tantas mentiras...



No me gusta la Navidad. Nunca me ha gustado. Y no es una moda, no es que ahora esté guay decir eso. Yo lo he dicho toda mi vida. Es más, quizás últimamente lo decía menos, pero siempre hay alguien o algo que me recuerda porque es una puta mierda la Navidad.

De pequeño lo pasaba mal, no eran grandes días salvo por las vacaciones, pero a mí las vacaciones que me gustaban eran las de verano…y tampoco mucho. No es que me gustara levantarme para ir al cole, es que mi tiempo libre siempre fue una miseria, un cúmulo de deseos no consumados, una presión de alegría resuelta en decepción. Y en Navidad más. En Navidad más porque la cena familiar se tornaba en disputas agrias, malos rollos, soberbia y gritos sin sentido. Y los días que no había cena eran días de sobrellevar los efectos de la cena o de esperar la siguiente cena con nuevos gritos y nuevos malos rollos.

Todo eso embadurnado por la espera a cumplir un año más porque, además, cumplo años en estas fechas. Y siempre, desde pequeño, llevé fatal lo de cumplir años. Recuerdo llorar con unos 8 años el día que mi madre vino a felicitarme…no quería cumplir años, no quería crecer. Desde pequeño era un Peter Pan sin saberlo…y sin saber lo cool que sería más adelante decir que tenías síndrome de Peter Pan. A todos los que dicen eso me gustaría preguntarles si alguna vez han leído Peter Pan en Kensington Gardens o El Pájaro Blanco, donde no hay ni Garfios ni Nunca Jamás…solamente el relato de un niño que vive en los jardines de Kensington, el original Peter Pan de Barrie.

La Navidad, esa mentira que produce estrés emocional porque tienes la obligación de ser feliz. Menuda tontería. La obligación de sonreír, de olvidar rencillas, de reencontrarte con la gente. Menuda estupidez. La mierda de esta sociedad nos impone un modelo de conducta de lo que está bien y lo que está mal y si no te lo tragas eres un inadaptado. Un outsider. Yo.

Y yo me cojo la muerte de Ivan Illich como cuento para leer en estas fechas. Y es duro, nadie lo aceptaría como apropiado para estas fiestas. Pero a mí me gusta por lo descarnado y auténtico. No le sobra una palabra. La realidad no es la Navidad, la realidad es dura y persistente.

No me gusta la Navidad. Odio envolver regalos, siempre rompo el papel o se me queda pegado el celo y el resultado final de cualquier regalo envuelto por mí podría competir con la cara del mismísimo Frankenstein plagada de costurones. Otra mierda más de la Navidad…

Y me preguntan si de pequeño no estaba contento por los regalos. A mí los regalos me llegaban en Reyes y solo tenía un día para disfrutarlos. Y sí, ese día era especial, pero no entendía el tormento que había que pasar para llegar al mismo. Nunca entendí eso.

No entiendo lo de paz y amor, no entiendo nada de las mentiras que nos empeñamos en decirnos.

Solo entiendo algo el día de Nochevieja como fin de año. Y quizás si celebráramos el solsticio como marca anual para las cosechas o recolecciones o vete tú a saber, también. Pero celebramos la Navidad como el nacimiento de un niño que nació en marzo pero que a muchos les vino bien cambiarle la fecha y teñirlo de “ahora todos tenéis que ser felices mientras yo sigo a lo mío que es tomaros el pelo y vivir mejor que vosotros”.

La Navidad…menuda mierda. Prefiero al Aleti campeón de Liga. O a Peter Pan en Kensington.

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