martes, 1 de septiembre de 2015

Y otro día...


El día aparece de nuevo entre brumas, la semana, el mes también. El lamento del segundo y los susurros de la pesadilla diurna. El picor de estar perdido sin mapa, la tortura del camino que no sabes dónde va. El caos que no supone creación, o el desierto del pensamiento. El desear sin saber como conseguir nada o algo o todo, el anhelo de dejar de pensar sabiendo que eso produce nada, que olvidas el algo, renuncias al todo y ocasiona desgaste. No escribir nada, no murmurarte en las esquinas que ya no te respetas. El desastre de la barbarie muda, todo lo que queda echado en una bolsa que entierras. El hatillo que no desenvuelves, el olor a mojado que confundes con sexo. El extraño parecer y aparecer en la oscuridad. El saberte estúpido por ser lo que no eres, o por no ser lo que eres, o por no ser nada.
El día aparece como parte de un engranaje, el de los segundos engranados en minutos, horas formando ese día. Creciendo en dimensiones temporales hasta llegar a eones que reconoces como el dolor de ese día.

El día aparece y no tengo un coche que me lleve a Ohio en 10 minutos.

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