viernes, 3 de febrero de 2017

Los coches aún no vuelan...no sé a qué viene este título con la entrada


Los coches aún no vuelan. Y yo estoy bastante jodido cuando me enajeno y doy dos pasos hacia atrás para contemplarme. Y no sé dónde estoy en mi mundo. Mi mundo tiene pasos cambiados con mi realidad, y entre tanta disfunción me acuerdo del doctor Franz de Copenhague y sus inventos imposibles.

Los coches aún no vuelan. Y cuando me levanto y no doy con la tecla precisa resulta que estalla la bomba habitual. Esa bomba que como mecanismo de funcionamiento básico contiene un percutor implacable. Las teclas que puedo pulsar son más de cinco millones y sólo una evita el mecanismo, así que lo normal es la explosión mental de la dinamita de tu mente. Una vez que estalla mi percepción cambia de color y los camellos del desierto se tornan en chacales. Las hienas esperan su turno.

Los coches aún no vuelan. El día del ayer o el ayer del mañana o el futuro que no cambia o el eterno retorno o la recurrencia básica. Siempre lo mismo para encontrarme con caras ajadas. Voy a volverme un hedonista de la belleza y así no busco mentes que tengan un punto de amor por la poesía.

Los coches aún no vuelan. Me parece una puta mierda lo rural. Una estupidez del tamaño de Júpiter. Me parece que lo rural es como un baño de un bar de copas a las tantas de la madrugada, lleno de pis y de mierda y aburrido. Deprimente, las novelas rurales son a mi gusto lo que el amor a una mesa de contrachapado.

Los coches aún no vuelan…

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