jueves, 14 de junio de 2018

Torcida no brasileña

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Torcida en brasileño es algo así como afición, hinchada, los que animan. En castellano lo de torcido no va por ahí, tiene un significado menos alegre, el jolgorio de una torcida brasileña se convierte en desatino cuando lo pasas al español.

Cuando tienes la sensación de que los días van torcidos entras en una espiral en la que apenas puedes ver la salida. Todo te parece torcido, hasta la barra de un metro de iridio y platino de la oficina de pesos y medidas de París te parecen un millón de meandros.

Llevo una semana sin escuchar a Bill Evans, a ver si eso hace que la cosa se enderece pero nada. Claro que Sidonie que está siendo la alternativa no es precisamente la solución. Más bien tiene pinta de que reproducen los meandros a cada canción que pongo. Cuarenta minutos de bici escuchando a Sidonie viene siendo la tónica de los últimos días y, qué pasa, que termino de pedalear con ganas de dormir. Con eso y con algo de ganas de leer, así que ya he comenzado con el viaje de Sal por la ruta 6 para cruzarse con personajes de lo más diversos, con el objetivo de llegar a Denver y juntarse con Moriarty. Moriarty es un apellido algo perverso porque me trae a la cabeza a la némesis de Sherlock Holmes, las cataratas de Reichenbach. No sé si Kerouac pensaba en ello al pensar el nombre del personaje, no sé si veía a Cassidy como su castigo atrayente, su atractiva pena.

No sé tantas cosas...

Últimamente escribo onirismos -otra palabra inventada- pero creo que deben aburrir a quien lo lea, si acaso lo lee alguien. De todas formas,...si los escribo seguramente caigan en ningún lugar pese a que sueñe que por un azar caen en los ojos de quien pueda creer que tiene algún valor, un agente quizás.

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¿Dónde…

…quedaron tus pies descalzos caminando?