domingo, 8 de julio de 2018

Después de escribir un cuento...

Después de acabar un cuento me pregunto muchas cosas, ¿por qué no escribo más? ¿estoy en el lugar correcto? ¿cuántas decisiones son mías? ¿camino porque hay que caminar o realmente me gusta caminar?

Ayer le dije a un amigo "el mundo es un lugar tan feo que por las mañanas me gusto en el espejo", esto no es cierto, el mundo es mucho más bello que yo. Partamos de la base que yo no soy bello, y que mi belleza, de existir, es la que aprecian los demás. Pero la frase escondía una desazón, ese desánimo que aparece en el día a día de este lugar que son nuestras vidas. Nada más. Nada menos.

No entendió nada, me respondió algo simple, al rato me llamó porque debió crujirle algo en el cerebro, no le cogí el teléfono. Me dijo por whatsapp que quería saber cómo estaba, no le respondí.
No estaba de ánimo para hablar con nadie.

Decidido a que los textos sean de otra índole, me doy cuenta de que aislando ciertas realidades, existen otros ríos que circulan bajo mi realidad. La de ahora y la de hace años. Quizás el cúmulo de actuaciones secundarias de mi vida conlleva este estado, ser un actor de reparto eterno hace que de vez en cuando quieras ser protagonista principal. Es como si en el olimpo de los dioses me hubiesen asignado el papel de semidios menor, que es como un quiero y no puedo, hay dioses menores y semidioses. Los semidioses menores son los que no tienen hueco en el banquete, somos los cocineros de los que se sientan a la mesa. Con un poco de suerte se te acerca Hefesto y te da un par de palmadas en el hombro.

Volver a escribir y leer, basicamente en eso estoy centrando mi reconstrucción. Frank Bascombe me suena muy alejado a mí, es un tipo optimista, cree que todo puede salir relativamente bien aunque tenga una concepción real del dolor, aunque tenga momentos de vacío. Pero tiene algo que me cautiva, como cuando su chica le abraza y ese abrazo consigue que desaparezcan todos sus desánimos y sepa que el viaje que empieza con ella va a ser maravilloso. Esa sensación me eriza la piel cuando la leo.

Después de escribir un cuento sencillamente nada ha cambiado salvo que he terminado algo. Aunque sea realmente malo. Ahora mismo, en mi cabeza, está la idea de seguir haciéndolo. Lástima que sean solo para mí...pero claro, si llegan a otras manos lo mismo me decían "vaya mierda lo que escribes" y, aunque mostrara que no me duele, aunque pensara lo mismo, me dolería...la verdad duele. Eso me recuerda un pasaje del libro de Ford, cuando avisa del peligro de preguntar a quien está a tu lado lo que piensa. Frank Bascombe llega a la conclusión de que en general es mejor mentir o, como le sucede a veces, olvidar lo que pensaba y responder cualquier cosa.

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