martes, 3 de julio de 2018

Ingenuidad y locura...¿cómo están de alejados?



Joe tenía tan claro que ella siempre iba a existir que vivía como una sorpresa el no verla cada minuto. De hecho creía verla cada minuto, otra cosa es que ella no le viera, o que no pudiera tocarla. Pero la veía...la putada es que la veía yéndose, y eso era algo que no le gustaba, se iba pisando las brasas de su corazón quemándose en una ceremonia ancestral, un rito que una beduina como ella pisaba ataviada con un velo que ocultaba su rostro. Joe no podía saber si tenía lágrimas o sonreía, el velo impedía adivinar sus emociones, pero caminaba sobre las brasas que laceraban la planta de sus pies, aquellos pies que imaginó besando día tras día. Esas brasas que no la quemaban pues el corazón de Joe ardiendo solo podía acariciarla.

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