lunes, 9 de julio de 2018

Amigos que conozco...



No conozco mucha gente, o nadie, que sepa quién es Bill Evans, que se emocione con él y que adore Sidonie. Conozco gente de un lado -quizás solo uno- y del otro -hay alguno más- pero de ambos lados...solo conozco a quien no quiere ser conocido. Bueno, esto es una putada pero es lo que es, es una escalera al segundo piso que tiene una puerta cerrada y tienes que volver jodido al primero. Y el tema es si te gusta estar en el primer piso.

Quizás no está mal lo de vivir en un primer piso, tiene el inconveniente de que te llegan los ruidos de la calle, que te envuelven haciéndote creer que tú eres la calle cuando resulta que tú eres tú y la calle es otra cosa. No hay que olvidar que esa calle del primer piso es distinta, quizás, a la calle que te gusta, porque calles hay muchas. Igual que ideas.

Pero yo no conozco mucha gente, y casi nadie me conoce a mí, tengo tantos conocidos que se creen mis amigos que si tuviera que revelar la verdad me tiraría días disculpándome. Y ser conocido no es malo, me gusta tener conocidos, no deberían sentirse menospreciados, tampoco es una cosa que uno regales porque sí. El estatus de conocido no es algo sencillo en mi puto universo. La gente que conozco no pasa a ser conocida, pasan a ser estúpidos que se me aparecen en el día a día, igual de estúpidos o prescindibles que yo lo soy en la suya. El conocido es alguien que tiene peso en mis días, pero no es un amigo. La amistad es algo que se nota cuando lo dices, cuando piensas en la palabra y se la concedes a quien crees que la merece. La amistad se concede, no sé cuántos me la habrán concedido a mí, yo a pocos, no llega a veinte, tendría que pensar si llega a diez.

¿Y dónde queda el amor si hablas de amistad?. Queda justo, ni más ni menos, que al otro lado de la esquina, una vez doblado el corazón tienes que mirar si el encaje del corazón es porque hay algo o porque quieres algo. Si lo hay estás jodido, entonces es que podría ser tu amiga o amigo y además podrías levantarte cada día viendo su sonrisa. En ese instante saltan las alarmas de los guardias arcanos y te llevan en volandas a una habitación escondida para no hablar con nadie. Es el momento de ocultarte.

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