viernes, 19 de octubre de 2018

Viernes noche



Las paredes no suelen acompañarte cuando caminas, las paredes no se mueven, con suerte tienen mosaicos que cambian según la perspectiva, eso con suerte. Pero no te acompañan, las paredes son distintas a los recuerdos, los recuerdos si van contigo salvo que seas un poco olvidadizo o un poco cretino. en general los recuerdos importantes te siguen agarrados a tu mano, son una mochila que camina contigo, una mascota de tienda de lujo que va desposeyendo la belleza correspondiente al día de la compra según avanzan los meses, según te alejas de la tienda o del momento en el que fueron presente. Presentes que son recuerdos, futuro que son recuerdos y el pasado alimentándose de la presencia de sus hermanos del tiempo.

Los recuerdos no son paredes, no suelen impedirnos andar a uno u otro lado...salvo cuando lo hacen, entonces se convierten en muros infranqueables, son recuerdos que tienen apariencia de celda, con su bola y cadenas, grilletes de los que tienes que que hacer el negativo de la llave en una pastilla de jabón para luego echar metal fundido, el metal del que se construye la melancolía para que, una vez fundida, se convierte en la llave que te permita salir.

Las paredes y los recuerdos, los besos no dados, los autobuses en el Prado, las frases del tintero, un Guernica con tapas y descaro. Las paredes y los recuerdos, tan lejos y extraños, tan cerca y amados. Los mundos del arte y Caravaggio pensando en que nada era como lo que luego fue, en que nada era el sol de Occidente pero quizás era el temperamento calmado de oriente cuando chisporrotea la luz del sol entre las lamas de una persiana desvencijada sin echar del todo.

Las paredes y los recuerdos, vino sin beber y mundos en la baraja sobre la mesa del salón que olvidamos recoger.

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