domingo, 10 de marzo de 2019

Y hablando de Tzara...


Recuerdo un viaje a Alemania, de vuelta, en el aeropuerto, una amiga se me acercó y me dijo "¿Qué lees?", yo llevaba un libro de Tristan Tzara, Tusquets Editores, titulado Dada. Se lo enseñé y me preguntó quién era ese Tzara.
Recuerdo que más que explicarle quién era, hablé un poco del movimiento dadaista y luego le leí varias frases del libro. Ella, simplemente, no entendió nada y me dijo, entre sonrisas, que estaba fatal. Un año antes me había regalado un disco de Moondog, que yo había pedido. Para que te guste Moondog tiene que gustarte Tzara...pensé yo. Ella tampoco entendió el disco, le pareció una locura que no tenía ni pies ni cabeza..instrumentos clásicos al servicio del vikingo de la Sexta Avenida con un toque de jazz. Vaya coñazo parece el disco, me dijo.
Después de la conversación del aeropuerto fuimos desconociéndonos poco a poco y dejamos de hablar. Y es que es lógico...yo estoy fatal, alguien que escucha Moondog o que lee a Tzara no puede estar muy bien, y es mejor alejarse de él. Personas como yo son personas dignas de ser ignoradas, y eso nos duele. Nunca entendí su cara de suficiencia cuando me dijo ese "estás fatal", no supe reaccionar, solamente se me ocurría lo injusto que puede ser que nos fatalicen por conocer otras letras, otras músicas...

Aunque el veredicto, el diagnóstico, no debía ser muy errado, es muy posible que..."esté fatal".

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