"Estás tan alejada de los movimientos asincopados de mis letras que apenas puedo percibir el aroma imaginado de tu pelo."
Ella dormía y él seguía escribiendo palabras sin sentido en la pantalla de un ordenador. Escribía mientras miraba su cuerpo dormido envuelto en unas sábanas de tafetán, las mismas que hacía apenas un par de horas habían albergado el calor de un torrente de deseo largamente insatisfecho.
Su largo cabello negro había ocultado su pecho mientras ella miraba al techo con un movimiento sinusoidal de subidas y bajadas sobre el cuerpo de Mr.X. Y él observaba a Madamme X en un intento de fundir el cuadro de Sargent con la imagen que tenía encima en ese instante. El sabor de sus pechos y la visión de ella había desenfundado su lascivia y solamente deseaba verla plegar sus fuerzas por un orgasmo común y simultaneo. En ello andaba cuando ella le llamó
- ¿Estás ahí mi rey?
- Estoy, estoy aquí beduina. Mirándote y pensando en que eres una pintura en mi imaginación.
Sonó el reloj...no había ninguna mujer X y tenía que ir a trabajar.
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