viernes, 2 de julio de 2021

Idea...ampliada



No vi las lágrimas que se vertían desde lo alto de la ensenada que eran tus pechos, no las vi porque no miraba el torrente que grababa un cauce para tanta sal húmeda. Solamente me entretuve en el suave canal donde aterrizaba mi frente para colmar tus senos con la miel de mis labios. No miré arriba porque pensé que no había cielo donde mirar, y resultó que el Edén se volvió infierno porque tu dolor arrastraba en torbellinos de locura, en huracanes de gemidos, cada uno de los besos que te di, cada uno de los mordiscos de realidad, cada uno de los ósculos sobre tus pezones, esos que endurecían tu piel mientras mi deseo caminaba por tu cabeza olvidando tus lágrimas.

No me di cuenta...de que la carpa se levantaba en un escenario inverosímil, preparando todos los artificios para que el público se levantara aplaudiendo, miles de personas en una orgía espectacular de gruñidos y gemidos, mientras contemplaban la pirueta de nuestro amor de socavón, nuestros besos de callejón oscuro teñidos de suciedad imposible. No fuimos testigos de lo que todo el mundo miraba en nuestras escenas, escenas que se repetían, empezando una y otra vez, sin reparar en el magnífico desfile de la exhibición indecente que nuestras almas iban brindando a un foro absolutamente desquiciado.  Una audiencia plagada de libélulas de planetas creados por tu mente y de asesinos a sueldo de sonrisas, sicarios autónomos de brisas suaves y malversadores de la felicidad de los demás, surgidas del más tenebroso de mis pensamientos.

La carpa una vez completada y con sus atuendos para ser inaugurada volvió a plegarse porque la función había sido el propio montaje y nosotros las estrellas principales en esa calamidad de guion que ni tú ni yo escribimos en una noche otoñal contemplándonos las comisuras de los labios levantadas, mirándonos a los ojos y felices por la sonrisa que se atisbaba en nuestras bocas deseadas. Jamás pasamos por ello, ni siquiera en 1979 cuando éramos los que no quisimos ser en un mundo a mitad de camino de ninguna parte y el el tiempo donde escribía versos en alejandrinos renacentistas y tú bailabas para mí en un teatro londinense en el justo momento del cambio de siglo.

Al caer la noche, con la esplanada desolada y solitaria, intenté cogerte la mano y solamente agarré un trozo de rama desvencijada de algún árbol que alguna vez estuvo allí plantado, intentando cubrir nuestros placeres con sus hojas, ocultándonos de un sol caluroso. Y no estabas,... pero en la lengua tenía un sabor salado, el rastro de tus lágrimas. Tu esbelta figura se perdió en el pasado de mis recuerdos y no negaste la existencia de aquellos besos.

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