martes, 9 de mayo de 2017

Lloviendo dentro de la habitación



Hacía años, de nuevo, otra canción que hacía años que no escuchaba. Un disco maravilloso, otro más. Counting Crowes presentándose con August and everything after.
Y alguien me dice que no hable, que apenas escuche y que sea fuerte. Dormir en perfectos edificios tristes o azules intentando escapar de uno mismo. No entiendo el lejano rumor de la brisa de otro planeta. Es algo que se me antoja indescifrable. Tampoco entiendo las campanas de funeral que van anunciando los putos ferroviarios de las emociones que se trasvasan de una comunidad a otra. Mi idea de lo irreal se torna violeta y recuerdo una chica de cuando tenía catorce años. Y suena la canción sin poder bailar descalzo, solo se puede bailar con botas de agua porque el líquido que nos rodea es líquido sexual que no podemos tocar para evitar caer en tentaciones milenarias de desiertos beduinos con acentos de otro planeta.
Quizás llueva en Baltimore, quizás todos necesitemos un chubasquero o la llamada de alguien. Y nunca sabemos quién es ese alguien. Y si lo sabemos lo ignoramos. Y si lo ignoramos es como no saberlo. Y no sabemos qué hacer o qué no hacer para poder caminar sin salirnos de la vereda. Y no nos planteamos la similitud entre palabras como vereda o verdad...¿tendrá algo que ver? No sabemos quién nos llama o quién nos escucha. No sabemos quién baila bajo la lluvia. No sabemos ni quién toca el acordeón en nuestra cabeza, no sabemos lo que decir ni lo que hacer. Miramos la ventana y creemos que llueve pero al abrirla vemos que está seca, no hay gotas en el cristal. Son nuestras lágrimas en los ojos las que nos hicieron pensar que la lluvia estaba fuera. Y la lluvia estaba dentro de la casa, dentro de nuestra habitación.
Y no tenemos respuestas…
Y las condiciones quedaron por reflejarse en la rivera de un río que fluye hacia vete tú a saber dónde...

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