domingo, 20 de mayo de 2018

Ascensor



¿Tiene sentido coger un ascensor para volver aquí? quizá es lo único que tenga sentido en esta carrera de galgos destrozados en pos de una liebre que les mira con una mueca, una sonrisa cruel, mientras les tira despojos de carne podrida para alimentar su ansia.
Tiene sentido porque me lleva a buscar las heridas de un desierto lacerado por el viento, viento que se llevó la arena a lomos de los soplidos de una mujer de largo pelo moreno que flotaba sobre las nubes y ejercía su maleficio sobre aquellos que la adoraban.
Tiene sentido volver como tiene sentido no hacerlo, como si las flores derramaran sangre de unicornio cada vez que cortaras uno de sus pétalos, quizá si un unicornio no existe no pueda haber sangre derramada, pero entonces los pétalos no podrían llorar y nuestro recibidor sería menos interesante. Nuestro cuarto era gris, pero luego se volvió rojo. Nunca supe si era de sangre o de pasión o de las dos cosas, no logré llegar al mes para entender si tu condición de mujer enamorada teñía el cuarto o si mi estado de hombre enamorado era el responsable de pintar unas paredes con el olor de tu recuerdo.
Tiene sentido el humor del viento cuando levanta varias hojas del suelo y conforma la palabra olvido en un juego eterno, combinando el olvido con el divo de lo que no fue pero pretendía ser sin preguntar a los que dan permisos de realidad en los mundos que no existen, en los territorios de la periferia del dolor, donde la amistad se coge días de asueto en vez de ser un valor fiel.
El ascensor que vamos cogiendo por la mañana se vuelve un vagón de metro nocturnos y todos apagan la música para mirar entre las rendijas de la barrera que dejan nuestros fantasmas. Ese hueco donde te puedo ver caminando descalza a varios kilómetros de mi alma, mientras voy oyendo como alguien canta a mi oído y tú sonríes con la melodía.
El ascensor va bajando mientras mi bolsa de basura se va llenando poco a poco en cada piso, en cada rellano en el que no estás tú. Se llena de tristeza y podredumbre, del unicornio muerto que no apareció, del camaleón que escribía sobre el horror, de tus sonrisas olvidadas y del deseo de tus pies descalzos aparcado en un rincón de mi mente.
Vuelvo a entrar en el portal...

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