La gente al parecer es extraña cuanto tú eres extraño, eso
decía Jim Morrison con sus Doors, las puertas a, según comentaban, unos
universos distintos.
Los universos son pedazos de rosas que se pudrieron
abandonadas por un vagabundo que apenas recuerda su memoria golpeada por el
alcohol, un pequeño y fugaz actor en el vodevil de las maravillas que suponen
el amor y la música de piano eléctrico en el panel de anuncios del nuevo gran
promotor de la sociedad que nos rodea. Queridos amigos, pasen y vean nuestro
nueva catálogo de almas felices que les llevaran a un paraíso donde los
vigilantes apenas serán percibidos por los habitantes del mundo de sus deseos.
Los deseos a veces te miran como si fueran de otro tipo, no
son los tuyos, o podría ser que simplemente ese día se han vestido con frac
para la ocasión de contemplar tus mejillas arrasadas por los torrentes de agua
de lluvia que asolan tu felicidad. Los ojos y los deseos suelen compartir tazas
de té en un formato poco entendido de infusión con whisky, combinado que hace
las delicias de aquella que se paseaba con sus vestidos vaporosos de tafetán en
un recibidor del hotel de los marginados. El hotel donde Soppot se encontró con
una tribu de personajes de los cuales Falseman le resultaba el más inquietante
pues todo el día pretendía ser aquel que no era en una controversia imposible
de entender.
Empiezo a creer que son las ganas de verte las que impiden
que te vea.” Gari Sandance en “Brooklyn
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