sábado, 21 de julio de 2018

Present tense




Las gotas de las lágrimas de un coral envejecido proyectaban sombras difusas en una pared de colores arcoíris, disimulando su sexo porque es lo que está bien y porque el sexo era el lugar común donde encontrarse. Mientras las lágrimas caían, un mundo de perdones desaparecía en el camino de William hacia su estado de perdición, camino recorrido cada mañana desde su cama a su cuarto de baño donde comenzaba a perderse una y otra vez. Su lugar solitario, donde descansaba los momentos en que el café no quemaba su ansia de amar, ese lugar que algunos llamaban su casa era una tormenta sin sol, un paraíso de penumbra que emborrascaba los días y las noches, por las tardes se tomaba un descanso para que pudieran secarse algunas partes del alma de William, así podría sentir de nuevo la humedad cuando a la noche volviera el aguacero de dolor.

Realmente William nunca pensó que esa fuera su casa pero tenía miedo de vivir fuera de ella porque pensaba que los azotes del terror esperaban al otro lado. Y las lágrimas del coral que crecía en su corazón iban invadiendo todos los lugares, convirtiendo cada habitación en un océano de emociones desconocidas para cualquiera que visitaba el hogar de William. Para William nunca fue raro ver que el coral también crecía en su hogar, ¿quizás el hogar de William era su corazón?, pero esa idea la descartó enseguida, era demasiada compleja para alguien que solamente pretendía ser feliz.

Un día William tomó la decisión de correr sin saber muy bien a dónde, fuera del hogar. Cuando William quiso correr, el sagaz departamento de policía del karma le detuvo, aparentemente en el mismo instante que esa idea se le cruzó por la cabeza, “chicos rápidos” pensó William. Realmente habían tardado varios años en detenerle, los años en los que William equilibraba su espíritu para correr.

Entretanto la bruja del oeste cocinaba una y otra vez pócimas de amor que nadie se tomaría porque nadie iba a visitarla. Dieterley Tresdoe lloraba y Gari Sandance vivía aislado de su desierto. Nadie bailaba y todas emociones destrozadas se concentraban en las nubes densas y oscuras que descargaban el agua con violencia en la habitación de William. El coral veía como crecía el líquido a su alrededor y para contribuir a ello lloró con más fuerza inundando todo el hogar de William, borrando los colores arcoíris. La bruja del oeste no sabía que sus pociones podrían haber liberado el mundo de William del terror diario, del temporal que baqueteaba su espíritu por no saber si existía aquella que navegaba sobre todas las historias…pero esa historia no estaba incluida en las historias, y la que navegaba se apeó de su bajel en un puerto desconocido, alejado de Montecarlo.

Los días se sucedían y las habitaciones se secaban y se inundaban en un martirio tantálico que William no entendía, pensando una y otra vez en el coral, el arcoíris, el baile que no miraba y una imagen del desierto que no pudo tocar.

Joe Falseman se adentró en un barrio y varios personajes se miraron en círculo sin saber por qué estaban todos allí. De pronto llegó la palabra quizás y se desvistió parcialmente, regaló la “s” al público y decidió seguir así de descarada. Quizá se sentía algo desnuda pero feliz de haber aprendido a vivir sin esa "s" tantos años usada.

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