Estoy en una constante rememoranza de lo que no ha pasado. En una travesía de desiertos ignorados, sin más palmeras que las que brotaron de las semillas de tus lágrimas. En una jornada de pies calzados que desaparecen por las esquinas del boulevard que desemboca en el bar Rick No Ricks, en un Montecarlo olvidado, en la estación del autobús que no lleva a tu casa pero que deja en tu barrio donde los perros ladran al amigo y devoran a dentelladas al desconocido. Un barrio donde me tienen prohibida la entrada, donde los suburbios más horrendos se aparecen como palacios.
Estoy en la travesía del naufrago que no tiene isla y vive rodeado de transeuntes ajenos a la tortura mental de solo recordar y no poder contemplar las danzas beduinas.
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