martes, 18 de diciembre de 2018

Una mañana cualquiera


El mundo parecía demasiado pesado aquella mañana. Marcos Banalhombre creía que las nubes que divisaba desde la ventana eran un cuadro expresionista de su alma, nubes de formas retorcidas y a punto de descargar una tonelada de agua sobre la ciudad. Así sentía los minutos que se sucedían al despertar de aquella mañana, simplemente por el recuerdo que Eva Tiernaniña había dejado en su espíritu, como una alcayata clavada en la pared que sostenía el llavero de un amor extraño. Las llaves no colgaban del llavero, alguien las sacó y las escondió en un lugar donde el alma no podía llegar.

Marcos no entendía muy bien el goteo constante de imágenes de Eva que se le pasaban desde que se puso en pie esa mañana. Su mente parecía una sala de cine proyectando de manera sistemática el rostro de Eva, sus manos, su cuerpo con la banda sonora de su voz, con ese timbre tan peculiar, ese acento del sur. Una banda sonora con música variada, generalmente de piano, y ese acento que le traía a la memoria tierras baldías que imaginó vergeles en su momento.

Hacía una semana que Marcos no sabía nada de Eva, el mismo tiempo que llevaba pensando dónde quedaban los pasadizos del amor, esos que no había sido capaz de recorrer. ¿Acaso se ocultaban por no haberte sentido con las fuerzas de penetrar en su penumbra? Penumbra, eso le parecían los días en que Eva le forzó a declarar si realmente la quería y Marcos valoró la respuesta desde un púlpito dorado, con un cetro de marfil y respondió que no sabía qué quería averiguar.

-          ¿A qué viene esa pregunta Eva?
-          ¿A qué viene que no respondas Marcos?, yo sé lo que siento, pero no sé si tú me quieres o si soy un juguete mono para entretenerte.
-          No digas tonterías, no eres ningún juguete..
-          … o un capricho -interrumpió
-          No, joder, no, ¿cómo puedes pensar eso?
-          No es que lo piense es que de pronto te alejas y no sé lo que eso significa. Y, ¿sabes qué?, lo mismo haces bien, tienes razón. Es mejor alejarse, no tener vinculaciones que puedan llevarnos al llanto, porque yo lloro cada vez que tu mirada anda perdida en vez de ilusionada por estar juntos.
-          Yo no me siento lejos de ti, simplemente creo que debemos ir despacio.
-          Vete a la mierda Marcos, no es una cuestión de velocidades sino de sentimientos.

Eva estaba segura de que podía ir a la velocidad de un caracol siempre que supiese que iba por el camino correcto. Necesitaba esa seguridad, simplemente la certeza de que cada paso que daba era por algo que, de momento, valía la pena. No necesitaba el convencimiento de que sería el amor de su vida, ni de que en una semana todo seguiría igual. Sabía que los amores pueden ser como un yogurt, puedes comértelo hoy y mañana, pero puede que tengan caducidad. Pero al menos quería comérselo hoy y no dudar de que mañana seguiría ahí.

Aquella conversación terminó en casa de Eva, follando sobre su cama, disfrutando de sus cuerpos, entre sudores que empapaban sábanas, con The Strokes de fondo. Con The Strokes no podían hace otra cosa que follar, no eran una banda para hacer el amor, era más salvaje y sucio que si hubieran decidido acompañarse de Radiohead o de Sinatra. Y esa noche Marcos prefería que todo fuera sucio y, tras un momento de duda, Eva pensó que era lo más adecuado, no quería contemplar el rostro de Marcos para sentir que merecía la pena tenerle allí a su lado, para sentir una excitación de deseo mezclada con la idea de que ese hombre era parte de lo que siempre había buscado. Eso haría que al día siguiente llorara y, teniendo en cuenta que quería follar, no era plan de dejar pasar la oportunidad de un buen polvo y mejor con Barely Legal que con In the Wee Small Hours. Pensó que quería sentirse sucia sin ver la cara de Marcos, así que follaron sin mirarse, el la poseyó como si fueran dos perros en celo, ansiosos de expulsar fuera de sí todos los demonios de aquel día.

Aquel día despertó con una tranquilidad teñida de desidia, la cual se vio de nuevo tintada de deseo. Tanto Marcos como Eva eran partidarios de tener despertares tranquilos, daba igual el mañana, o el resto de la mañana, lo importante era, en cada instante después del despertar, que ambos sintiesen sus cuerpos. Y esto, verdaderamente, era importante.

Así que tras irse despertando uno tras otra de manera paulatina, terminaron en la ducha para saborear cada centímetro de piel olvidado o recordado de la última de las duchas que habían disfrutado juntos.
-          No quiero mirar cada gesto que haces, ¿puedes entender esto?

Esta petición de Eva le pareció muy, bastante, absolutamente razonable a Marcos. La realidad era más compleja, Eva sentía que había estado entregada a varias perversiones humillantes en el plano amoroso, y ahora se sometía al papel de víctima extraña. Una Juana de Arco que no tenía un Gilles de Rais que la defendiera. Daba igual que esa sensación respondiera a una realidad o a una percepción producto de la imaginación, el caso es que ella se sentía así.




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