viernes, 25 de enero de 2019

Ovillándome



Hoy iba a ir a un concierto, de un amigo, de una banda que tuvo un éxito relativo o importante según se vea. En el panorama del power pop español estuvieron en la cresta de la ola y hoy, años después, se suben en plan revival para recrear sus canciones. Me apetecía mucho volver a verle aporrear una guitarra con su banda...pero se me han ido escurriendo las ganas entre los dedos, como si fueran granos de arena que no encuentran el pegamento para asirse unos a otros y formas una bola fácil de agarrar.

Un planazo, podía serlo, y poco a poco me he ido haciendo una pequeña bola, un ovillo de desánimo que mira las calles como algo que le impone demasiado esfuerzo. Un planazo que poco a poco es una plancha que lamina el deseo de salir y escuchar unos acordes familiares y estar con amigos, salir solo, con el fresco de enero en la cara revitalizando el deseo de pasar una noche con música y amigos. Pero no...mi deseo tiene el aspecto de ese ovillo, de lana entumecida que no se deshila, de pelota cuyo lugar es un sillón y cuya actividad es el pensamiento en blanco.

Un planazo que se puede confundir al proponerlo como idea de pasar un rato espléndido. Y las confusiones confunden y abruman como si fueran un universo sobre el atlante. Pensé en gatas que deshilaran la madeja pero me equivoqué pues, al parecer, hay gatas invisibles que no conozco y que me llevan a quedarme en casa. Lo invisible no lo manejo bien. Y las madejas que no se deshacen son perfectas para estar en un sofá. La gata mira el ovillo y no le hace caso.

Poco a poco me he ido ovillando.

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