viernes, 12 de abril de 2019

El culpable


  • No es verdad la acusación, no sé qué habrán visto pero no es verdad, no lo es señor fiscal.
  • Las pruebas son claras.
  • No las veo claras, y hay mucho de interpretación.
  • ¿Me toma usted por gilipollas?
  • En absoluto, no me parece gilipollas, más bien todo lo contrario. Simplemente querría aclarar que...
  • No tiene que aclarar nada si no se le pregunta.

Mi cuerpo se hallaba torturado por una mente desvalijada de cualquier atisbo de sentido común. Desolado, sin interés apenas por nada, caminando entre reliquias de un pasado que jamás llego a presentarse en el umbral de la puerta de mis días. Poco a poco me daba cuenta de que cualquier intento de salir de la espiral era cortado por circunstancias, algunas con nombre propio y otras con nombre de demonio interior. Pero la inocencia de la última noche penetraba como una hoja de afeitar en gelatina, no entendía la acusación y el fiscal seguía señalándome con el dedo.
  • ¿Acaso niega que cometió los actos de los que se le acusan?
  • Lo niego, simplemente porque no son ciertos. Ni en la intención ni en la descripción ni en la realidad.
  • Las pruebas son claras
  • De nuevo, son confusas, es una interpretación equivocada de realidades del pasado.
  • Niega la realidad, ahí radica el problema
  • Niego la acusación.

¿Acaso niego la realidad?
¿Acaso creo navegar en un océano tormentoso cuando en realidad la única tormenta está en mi interior?
¿No será que la realidad es algo muy distinto a lo que yo creo que es?
La realidad, ese artefacto que es el escenario de nuestras vidas, el estrado donde subimos cada día y que cada día nos trata de formas distintas, con colores diferentes, sabores amargos y dulces, olores que deseamos y que no probamos y es entonces, cuando no podemos llenar nuestro olfato de brisas de otros mundos, en ese momento es tal vez cuando la cuerda de lo razonable empieza a deshilacharse, cuando nuestro traje comienza a hacerse jirones, cuando nuestra piel se lacera en soledad, cuando las miserias afloran y el suplicio abarca nuestros actos dejando una sensación de sufrimiento en nuestra cabeza. Es ahí, quizá, cuándo distorsionamos la realidad y la percibimos de un modo extraño, quizá falso, quizá culpable o inocente en función del fiscal o de nuestra perversión nocturna. ¿Estaría equivocado?
La realidad se aparece como una construcción de palillos, débiles mondadientes, que se rompen cuando te empeñas en que tus pretensiones, tus anhelos, deseos, tus ansias, afanes, ideales, ilusiones aparezcan para conducirte a algo parecido a la felicidad…pero quizá el oriente tenga razón, quizá la felicidad va más en la ausencia de esas ambiciones que en satisfacer las misma. Quizá la felicidad sea solamente contemplar cómo crece la hierba.
La primavera aparece mientras sigo sentado en la silla del acusado, escenificando un juicio donde la sentencia está ya escrita, observando cómo me observan, cómo me odian, cómo pretenden silenciarme, colocar mil esparadrapos en mi boca, “no hables, cállate, eres una inmundicia, un escombro”…quizá sea así, mejor no hablar.
Demasiadas acusaciones, algunas ciertas y admitidas, penadas en el silencio de la celda solitaria, ausente de olores y de promesas de abrazos…otras falsas, bofetadas de imaginación o de decepciones alejadas de mi voluntad y de las que también he sido inculpado. Todas las denuncias de América y de Europa han sido colgadas bajo mi foto, el culpable está aquí, este es el felón, malvado personaje de vodevil mal escrito. Y pese a todo, en más de una ocasión fui exculpado de manera contundente. Pero soy el culpable por decreto…
  • ¿Niega la acusación?


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¿Dónde…

…quedaron tus pies descalzos caminando?