domingo, 21 de abril de 2019

Lily, la andaluza del medio oeste que vaga por las llanuras de mi pensamiento

Suenan las tantas de la mañana, miro a mi lado, y no estás, un desierto que no es el tuyo se extiende en esta habitación de hotel. Pongo a Dylan y me recuerda lo poco que te gustan las voces desangeladas, y lo mucho que me enamora el azadón de un obrero entre los golpes para plenar la puta tierra de miles de semillas.
Son las mil de la mañana así que debo ponerme la corbata que me lleva al estiercol diario, para acordarme que no tengo tu amor y no hay brazos sobre los que echarme cuando llegue a la noche a mi rincón cubicular repleto de mierda y alcohol para poder olvidarme que no tengo tus manos entre mis labios, los dedos que me encanta saborear por su sal. Aquí no llueve cariño, aquí solo hay monedas de níquel que nadie quiso gastar y tiró pro la ventana para que algunos indolentes como yo las recogiéramos mientras tú buscabas al chico listo rubio y guapo de lugar.
Son las tantas de otro día que golpea mis párpados para que me levante entre los cansancios de la bebida de ayer y un dolor tremendo de espalda que no quieres aliviarme, te fuiste con una falda vaquera y me quedé con unos jeans que eran tuyos y sobre los que duermo cada noche, para oler lo que me queda de ti, esos jeans son la funda de mi almohada para recordar que tendría que llevarte flores cada sábado al jarrón que dejaste de oler porque y olvidé llenarlo de los claveles que tanto te gustaba contemplar como andaluza morena.
Suena el reloj a una hora intempestiva de la madrugada que golpea mis días una y otra vez, sin poder hacer el amor antes de ir a la ducha, o hacerlo en la ducha o simplemente escuchar tus palabras de amor mientras entro en un cuarto de baño que compartimos, tú lavando tus dientes y yo sentado acariciando tu culo, besándolo con una intención sexual y una comprensión literaria de la felicidad. Mientras te dejas que te lo bese tu ponías varias canciones y acercabas tu sexo a mis labios, simplemente para alejarlo luego y yo al cabo del rato te decía "Lily, es hora de que tú y yo seamos uno durante un rato", y me dabas un bofetón suave y me dejabas tirado en el lavabo con la ducha caliente escupiendo un agua tonificante.

Pero Lily, te fuiste, y las noches son plagadas de langostas y las mañanas de plantas terroríficas que absorben mi amor convirtiéndolo en parsimonia eterna, en el deseo de ver de nuevo tu culo, tus labios, oír tus palabras enseñándome cómo afrontar el día. Ahora son así los días, en este cuchitril sin muebles, sin baño y sin ducha. Podrido de tanta suciedad porque ya ni me ducho ni sé qué es el agua. Mi amor está guardado en la única parte del casurrón que está limpio, en una caja impoluta que limpio todos los días. El resto es un universo de caos y detritus. Recuerda que eres tú la que hace los días distintos. Ahora todo son iguales.

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