jueves, 25 de marzo de 2021

Estamos idiotas.

 


Estamos idiotas… ¿O lo somos?

No entiendo a los políticos, no porque no quiera sino porque ellos no hacen nada por intentar entenderme a mí. Desde un punto de vista recreativo me resulta entretenido ver los debates del parlamento, especialmente si son barriobajeros en el tono a la vez que elegantes en la forma. Esa conjunción tan difícil y solamente ejercida por unos pocos –lo barriobajero casi todos, aunque algunos mejor que otros, lo de elegantes algunos, las dos cosas a la vez…ni uno-, hace que en vez de tomarlos como una película de humor negro tenga tendencia a tomarlos en serio y escudriñe las intervenciones buscando un sentido práctico para la ciudadanía en las mismas. Craso error, o quizás no es tan craso como para ser castigado a ingerir oro líquido, pero error… pocos del parlamento piensan realmente más allá que en los tacticismos del partido, válidos para su colectivo individual. Los odios los pasean como si odiar al de enfrente fuera ejemplarizante, salen a relucir arcadas y vómitos, todo ello comandado desde el partido, que es el que manda…o, a veces, el dinero, poderoso caballero. Y si es el dinero…pues mira, cada vez entiendo más a un tránsfuga. Partiendo de la poca honorabilidad de la clase política que tenemos, un tránsfuga llega a la miseria ética como una deriva natural y, al menos, incorpora el descaro de mostrar que se mueve por interés particular. Mi voto morboso para los tránsfugas. El voto de verdad, el real, el que vale para que el mundo vaya mejor, ese…me lo guardo.

Y así vamos, sin mucho más que hacer en este universo pandémico en el que nos hayamos. En un aislamiento donde el teléfono y las webcams se convierten en el dinero mejor invertido para oír o ver r a tu familiar, a tu amigo, a tu amante, a tu novia o a cualquiera que se exhiba y te genere diversión. Este mundo se nos vuelve paranoico e intrusivo y ahora estamos rodeados de expertos en medicina, quién nos iba a decir que Mariano, el vecino del quinto, sabe tanto de virología que podría dar clases en cualquier universidad del mundo. O que Marisa, la mujer de tu amigo de la infancia, es una brillante jurista y nos puede aleccionar cuándo y cuándo no se puede hacer una moción de censura…quién te lo iba a decir, Marisa, con su título de fisioterapeuta, una jurista de prestigio. Cualquiera lo diría.

Así andamos, en un día tras días que se revela absolutamente estúpido cada vez que pones las noticias, el telediario o el parte que decía mi abuela. Con o sin mascarillas somos absolutamente gilipollas, la mascarilla quizás suavice nuestra cara de gilipollas pero seguimos siéndolo. Eso sí, te evita ver esa expresión de suficiencia mezclada con la mirada del perfecto gilipollas enterado…bueno la mirada no te la evita. Joder, debían hacer mascarillas con diapositivas para los ojos…oscuras, de esas de los viajes de novios de los ochenta, Para no ver los ojos.

Decía Tristan Tzara “¡Mírenme bien! soy idiota, soy un farsante, soy un bromista. ¡Soy como todos ustedes!”, pues sí, yo también lo soy, por eso apenas me distingo, soy un idiota más entre una tribu de idiotas. Esta idiocia universal que nos acompaña la aplacamos a base de ver series…no nos libra de la misma, es más, la aumenta, pero nos evita ver las caras de los demás.

Resumiendo, no entiendo a los políticos pero ellos también son idiotas, y que un idiota no entienda a otros idiotas no es motivo de perplejidad sino más bien una consecuencia lógica del ecosistema en el que nos hallamos. Si ahora rodaran “La cena de los idiotas” el problema sería encontrar una mesa lo suficientemente grande donde cupiera una suficiente representación de las diferentes idiotologías que nos encontramos. Y visto lo visto, paso de interesarme en políticos idiotas que hablan para idiotas, si ellos no se interesan por un idiota como yo, qué cojones hago yo pensando en si lo que dicen tiene sentido o no. Porque, siguiendo con el dadaísmo y como apuntaba André Breton “Vivir y dejar vivir son soluciones imaginarias. La vida está en otra parte.”. Si hay que luchar que sea por encontrar ese lugar donde está la vida. Permítanme ahorrar mi tiempo de interés por nuestros políticos y dedicarlo a escuchar “I’m only dreaming” de los Small Faces.

 

Madrid, 24 de marzo 2021

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