sábado, 9 de julio de 2022

Algo

 Enfrentarse al terror del papel en blanco cuando quieres escribir y no sé qué es algo sobre lo que ya he reflexionado en muchos textos previos a este. Y sigue ahí…sin saber cómo desarrollar una idea, la más simple, la de querer expresar algo que tienes rondando tu cabeza, algo con lo que te levantas y que te da las buenas noches en el último segundo de duermevela anterior al sueño. Una idea que tiene tantos flecos que no puedes perfilar sus bordes, algo difuso, a veces parece una montaña y otras un mar azotado por ventiscas cambiantes. Una idea que es tan resuelta en la tortura que te atenaza con el paso del tiempo porque ni te libras de ella ni resuelves el complejo laberinto mental al que te lleva. Somete poco a poco tu pensamiento como si fuera un software de bajo nivel que está corriendo todo el tiempo y en cada cosa que haces.

Si comes está ahí, si estudias la tienes rondando, si estás con amigos espera a que termines de reírte para asaltarte en la esquina del adiós, si la miras de frente se esconde para que no puedas dibujarla y, si no sabes dibujar se te acerca y te hace una mueca desafiándote a que te libres de ella. No es ni mala ni buena, es un duende que te sacude y que nunca logras atrapar. Y son las palabras las que más o menos la sujetan, cuando escribo parece que se esconde un poco más, para no ser retratada. Es un súcubo que te lleva al placer mientras te va firmando el contrato de esclavo consentido, es una tragedia griega, una comedia cervantina, una locura del mundo, una pesadilla, una carcajada, un amigo que te odia, un enemigo que suspira por ti, un amor y un desamor, el zapato que te aprieta o la camisa que te queda perfecta. El pincel del mal pintor, un poema sin ritmo ni rima, una mala noche, una siesta de mal sexo, un beso dulce, una fiesta nocturna, la rave a la que no fuiste, el discurso de un pesado, la provocación del animal que llevamos dentro. El sitio del que duerme, el descanso del que no fue a la guerra, la cosecha abundante, el plenario de una sociedad de malandrines, la risotada del cuerdo y las lágrimas del esquizoide, las mil apuestas que fallaste y la única que acertaste. Es un acorde por descubrir, una melodía repetitiva.

No es ni más ni menos que…tú mismo.

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